Las señales no son buenas. La decisión del Presidente de adelantar, a pesar que la inflación no se desaceleró, la reducción del “crawling peg” y la más reciente de reducir intempestivamente y de manera limitada las retenciones a una serie de productos agrícolas, si hablan de algo es de los problemas que están enfrentando.
Cuentan que existía cierta vez un médico que era capaz, ya desde el primer mes y sin nada más que mirar a sus pacientes embarazadas, adivinar el sexo del hijo por venir. Y para mejor prueba, el buen doctor lo anotaba en su libretita. Cuando parían, sus clientas no hacían más que hablar loas del “matasanos” … claro que no todas, porque al menos en la mitad de los casos parecía haberle errado de lleno al sexo de las criaturas.
Cuando furiosas, las madres y padres iban a reclamarle, él, sin perder la calma agarraba el anotador, buscaba la página y les mostraba lo escrito: varón, mujer, mujer, varón, a los más que confundidos progenitores, quienes se retiraban humillados por la sabiduría del galeno.
Lo que hacía el timador era pronosticarle el sexo que más anhelaba la madre para su bebé -que así quedaba encantada con el facultativo-, anotando en la libreta el sexo contrario. Si venía el reclamo -y cuando acertaba nadie reclamaba- bastaba un: “Lo lamento señora, con sus ansias usted me malinterpretó, mire, acá está escrito lo que yo le dije…”
De esta manera actúan la mayor parte de los economistas y consultores, y todos quienes juegan a ser oráculos, variando y haciendo arcanos sus pronósticos, de manera que cuando alguien sale a interpelarlos por lo que dijeron, simplemente toman su libretita y….
El “Crawling Peg” y la Inflación
El 12 de noviembre, el presidente Javier Milei aseguró que si la inflación se mantenía a la baja reduciría a 1% mensual el “crawling peg” lo que corroboró de manera más técnica el vice del BCRA, Iván Werning.
Un exultante Javier Milei se compromete a bajar el “Crawling Peg” a 1% si la inflación sigue bajando
Cuando poco después se conoció el dato del IPC de noviembre, que mostraba una baja al 2,4% desde el 2,7% de octubre, rápidas, las principales consultoras económicas comenzaron a ajustar sus proyecciones a una media de 2,7% según el REM (2,6% para la inflación núcleo), no fuera cosa que el 2,9% que venían estimando para el último mes del año las dejara demasiado en “off side”.
Pero, como nuestro proverbial matasanos sus estimaciones privadas (“whisper numbers”) eran otra cosa, 2,3%-2,5%… lo que les permitía especular que la promesa presidencial comenzaría a regir a mediados de enero 2025.
El “Carry Trade” y el “Crawling Peg”
¿Por qué tanto interés en la reducción de la tasa de devaluación del dólar oficial? Para el Gobierno la razón era más que clara: tenían la percepción que el “crawling peg” de 2% mensual se había convertido en un salvavidas de plomo, poniéndole un piso a la reducción de la inflación.
Pero no se trataba solo de esto. La caída de la inflación está siendo acompañada de una reducción en las tasas de interés que pagan los bancos. ¡Buenísimo!… de no ser porque esto conspiraba contra el ingreso de dólares y el crecimiento de los depósitos en pesos que le producían las operaciones de “carry trade”.
El compromiso que asumió el Presidente -y que la gente le creyó- de no devaluar el peso más allá del 2%/1% por mes no solo sirvió para acotar la suba de los precios, vía su efecto sobre los productos importados y exportables, sino que, de la mano de una significativa intervención en la plaza, reprimió los movimientos -digamos la suba- de las demás alternativas cambiarias, retroalimentando la baja de los precios.
No tenemos aún los números de diciembre y enero, pero el retraso del dólar está teniendo un correlato directo sobre el turismo: caída en el arribo de extranjeros, incremento de viajes al exterior y reducción de las reservas del BCRA.
Como nada es gratis esto tuvo algunos efectos adversos. El más notorio en la “economía real” es el “atraso cambiario”, que permitió a muchos argentinos luego de varios años, saludar el comienzo del 2025 desde el extranjero. Claro que esto vino acompañado de la clásica fuga de reservas y problemas para los exportadores que comenzaron a quedar “caros”.
Para el mundillo financiero, el regalo fue aún mayor: el “crawling peg” actúa como una especie de seguro de cambio “gratis” -en su momento lo pagaremos todos- garantizando que el dólar que “vendo hoy” lo “compraré mañana” a un precio más bajo en términos reales. Esto viene permitiendo al sector privado obtener a un muy bajo riesgo (incluso a los exportadores les conviene liquidar y pasarse a pesos), ganancias extraordinarias en dólares.
El “Crawling Peg” fue la puerta para las operaciones de “Carry Trade”, que le han permitido obtener ganancias anormales en dólares a cualquier inversor. Corrían peligro si la devaluación de dólar no se reducía.
En ocho de los doces meses del año el rendimiento (promedio mensual) de los plazos fijos fue superior a la suba del dólar libre, así que cualquier argentino o extranjero “de la calle” que hubiese puesto su dinero en esta alternativa, renovándolo cada 30 días habría obtenido una ganancia a lo largo de 2024 en torno al 27% en dólares (esto es el piso, los inversores más sofisticados obtuvieron mucho más, algo así como un 55%).
Con la inflación en baja, lo que había que hacer para garantizar que flujo de dólares al Central y que la masa de pesos depositados en los bancos continuase creciendo (el R2 entre el resultado del “carry” y el incremento de los depósitos del mes siguiente es 64.5%), era asegurarle de alguna manera a los inversores que el dólar se “plancharía”, aún más que lo que caían las tasas. Y acá es donde entraba la reducción del “crawling”.
El gobierno y los privados saben que, si bien la represión del dólar genera ganancias extraordinarias para ambos -por distintas vías- en el fondos no es mas que un “Juego del Tonto Mas Grande” en el cual todos que creen que sabrán salir a tiempo pero en el que, a la larga o a la corta, “Todos Pierden”.
La verdad es que esta historia es apenas una variante del “Juego del Tonto más Grande” donde por lo bueno y lo malo el atraso cambiario juega un rol crucial, y la vivimos muchas veces -Martínez de Hoz, Alfonsín, Menem/de la Rúa, Macri, etc) por lo que todos -incluyendo el gobierno- sabemos que no suele terminar de la mejor manera. Puede que esta vez sea diferente… puede que no.
Una espada de Damócles
Si bien no hay una ley específica, las buenas prácticas aconsejan que las entidades encuestadoras de precios actualicen su canasta de referencia cada 10 a 15 años como máximo, para reflejar los hábitos reales de consumo de los ciudadanos. La última vez que esto ocurrió seriamente entre nosotros, fue en 2005.
Marco Lavagna, un hombre que ama su puesto, asumió al frente del INDEC de la mano de Alberto Fernández. Hoy, buen seguidor de los designios de sus superiores, pareciera no importarle demasiado el derecho de los argentinos a saber qué pasa realmente con la inflación. .
A principios de septiembre, Marco Lavagna anunció que en noviembre lanzaría por fin un IPC optimizado según los cambios en los hábitos de consumo de Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares 2017-18 (OK, ya esta vieja y los cambios en estos 7 años fueron brutales, pero es la última medición que tenemos). Con esto, entre otras cosas, el número de precios relevados crecería 56% a medio millón y el de las fuentes 43% a 24.000.
Mas allá de la mayor precisión en la recolección de datos, lo gravitante son algunos cambios en la estructura del índice, donde, por ejemplo, vivienda y servicios cuya ponderación en el índice actual es de 9.44%, pasarían a 14.5%, transporte de 11% a 14.3% y comunicaciones de 2.83% a 5.2%, mientras alimentos y bebidas no alcohólicas caería de 26.96% a 22.7%, y salud de 8.03% a 6.4% (ya sé, coincido… con una población que envejece y la liberación de las prepagas, esto luce como un disparate).
Roberto Cachanosky, cuestionando el accionar del INDEC. Desde que se conocieron en 2015 y a pesar de que teóricamente estarían muy cerca en lo ideológico, siempre fueron perro y gato con Javier Milei (las lanzas se rompieron definitivamente cuando “el Loco”, se metió con las hijas de “Cacha”). Hace dos meses el presidente, que no admite que lo corran por derecha, lo hizo echar del acto por el Centenario de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios.
… pero llegó noviembre y nada pasó; luego vino diciembre y ya nadie hablaba del tema; en enero, la niebla del olvido; febrero, marzo, abril, veremos. ¿Dónde está el nuevo índice?
El 22 de octubre el hijo de Roberto le pidió la renuncia (en buen castellano: “le dio una patada”) a Analía Calero, la Directora de Estadísticas y Precios a cargo de la elaboración del nuevo índice desde 2021 argumentando “cuestiones operativas y forma de trabajo”. ¿El pecado de Analía?: tener el índice listo desde principios de aquel mes, con el beneplácito del FMI, junto a una actualización del índice de precios de la construcción y del de salarios. ¿Fue su “forma de trabajo”, trabajar bien?
La realidad es que no es la primera vez que sucede algo así en el INDEC. A fines de enero de 2007 Graciela Bevacqua, a cargo del IPC desde 1992, fue “inducida” por el secretario de Comercio Guillermo Moreno a renunciar, tras negarse a modificar los datos de la inflación. Pero la historia no acaba aquí, ya que mientras se dedicó a la actividad privada, el oficialismo de entonces le inició una serie de causas judiciales -fue sobreseída en todas- buscando acallarla.
Graciela Bevacqua, la “heroína del INDEC”, nunca cedió a la presión de sus superiores para alterar los datos del INDEC
Dado su status de “heroína de las estadísticas”, entre las primeras medidas de Mauricio Macri en diciembre de 2015 estuvo su reincorporación al INDEC, solo para ser desplazada al poco tiempo al negarse a “apurar las estadísticas”. Casi como que las mujeres tienen más que sus jefes.
Volviendo al demorado futuro/nuevo índice, el “quid” es que el cambio en los contrapesos implica, por una mera cuestión matemática, un salto en torno al 1% del IPC del mes en que ello suceda y agrega cerca de 16 puntos al 118% acumulado en 2024 -esto no lo veremos porque se informará hacia adelante, no desde 2018 como debería ocurrir-.
Tarde o temprano al gobierno no le quedará más remedio que publicar el nuevo IPC, claro que cuanto más tarde mejor, así que están haciendo hasta lo imposible para demorar esta “puesta a punto”.
El segundo de dos problemas
Si bien de manera estricta el incremento de los precios durante diciembre y enero no es estadísticamente diferente al de los demás meses del año (p>49% y 69%), el acervo popular los sindica como meses de alta inflación…, y “cuando el rio truena”, mejor prestar atención.
En una nota de opinión a horas de la Navidad comentaba que “en la medida que la historia tenga algún peso y el presidente mantenga su palabra (reiterada y ampliada en los primeros días de enero) tal vez sería apropiado no apostarle demasiado a la idea de una inminente reducción del “crawling peg” y menos a una pronta eliminación del “cepo cambiario”, “…claro que, si la rompe -no sería la primer vez-, el resultado bien puede ser otro.”
Y el resultado bien fue otro. Durante diciembre último, en contra de las expectativas oficiales, los precios subieron más de 2.7% (exactamente 2.73% para alcanzar una variación de 117.8% anual), tres décimas por encima del valor de noviembre, lo que debería de haber demorado la modificación del “crawling peg” (la mayor inflación le daba “aire” al “carry”), si es que nos atenemos fielmente a la palabra del presidente. Sin embargo, a minutos de conocerse el dato, desde el Central anunciaban una rebaja en el ritmo de la devaluación diaria del dólar oficial al 1%.
¿Qué pasó? ¿Qué llevó al presidente a romper su palabra y disminuir el “crawling peg” a partir del 1ro de febrero, a pesar de que la inflación se había acelerado?
Échale la culpa a… diciembre
Si bien 1+1 parece =2, esto no es siempre así y depende del contexto. Bajo una forma binaria, 1+1=10; en algebra booleana y en el campo de la teoría de los conjuntos, 1+1=1; los químicos bien saben que agregar una parte de una substancia a otra, no produce un incremento proporcional del volumen; a nivel quántico, el concepto de adición toma una dimensión totalmente diferente ya que las partículas pueden existir en diferentes estados al mismo tiempo… todo esto sin entrar en cuestiones filosóficas o lingüísticas.
Esta vez, un siempre proclive a las más arcanas matemática Javier Milei permaneció callado y le tocó al ministro Caputo tratar de explicarnos como en realidad, en lugar de aumentar, la inflación durante diciembre no se había acelerado, como 2.73% (un valor por encima incluso del valor de octubre) era menor a 2.4%: “Esto se da en un mes en el cual el índice presenta una estacionalidad positiva, vinculada a las fiestas y al inicio del período de vacaciones de verano, y en un contexto donde tanto la actividad económica como los ingresos reales de la población presentan una fuerte recuperación” dijo.
Claro y preciso como es, “Toto” no hizo más que recoger el argumento que le habían preparado en bandeja algunos de los más preclaros consultores económicos, que incluso fueron un paso más allá, achacando el desfase temporal al incremento del precio de la carne: días más largos, más feriados y más fiestas, invitan a los argentinos a gastar más y multiplicar los “asaditos” de fin de semana (más consumo, mayor precio).
Como vimos antes, a pesar de ciertas apariencias el comportamiento de los precios (IPC) durante diciembre -o cualquier otro mes del año- no exhibe ningún patrón regular que permita predecir qué sucederá (si subirá, bajará, será más alto o bajo que otro, etc.), es decir, no existe nada así como una “tendencia”. Esto es un fenómeno que se repite en todo los países del mundo -si hay una excepción, por favor avísennos-.
Pero, que no exista un “efecto mensual”, no significa que los precios se comporten de igual manera todos los meses. De hecho, existen factores calendarios (meses más cortos o largos), climatológicos (que afectan la ganadería, agricultura y distribución de bienes), impositivos (se pagan impuestos), logísticos (la distribución y producción de mercaderías no es constante a lo largo del año), hábitos de consumo, etc., que tienden a darse de manera recurrente y en magnitudes similares a lo largo del año afectando los precios.
Un claro ejemplo es el valor del tomate, cuyo precio comienza a subir a partir de mayo desde los mínimos de enero febrero (cosecha de verano), alcanzando un pico hacia julio/septiembre, alcanzando a desplomarse 66% -en términos reales- durante noviembre/diciembre.
El problema del tomate
Para evitar estos problemas, los gobiernos, los bancos centrales y los analistas, en especial cuando quieren estudiar el comportamiento de los precios a largo plazo tienden a “desestacionalizarlos” (eliminar el “ruido” que generan factores como los anteriores), con lo cual tendrían una información más “pura”.
Para esto emplean distintos modelos y mecanismos, los más populares son el X-12/13ARIMA-SEATS, el TRAMO-SEATS y el BV.4, pero existen otros más simples como los análisis de intervención, el uso de promedios históricos, etc.
Dejando de lado la cuestión de si lo índices de precios al consumidor son realmente representativos de la economía -vimos que en nuestro caso el IPC esta lejísimos de serlo-, la realidad es que la cuestión de si conllevan una estacionalidad, no está zanjada (en otros procesos económicos, no existen estas dudas).
Por lo pronto sabemos que, de hacerlo, la estacionalidad no es igual de significativa en distintas regiones, afecta de diferente manera a distintos productos y servicios y cambia con el tiempo (mas allá de la costumbre de ajustar periódicamente los modelos… lo que modifican los resultados).
Por caso, el precio de los alimentos, bebidas, tabaco, ropa, calzado y educación parecieran presentar un comportamiento estacional en todo el país. Para la zona del GBA podemos agregar equipamiento y mantenimiento del hogar, transporte, comunicación y recreación y cultura, mientras en Cuyo aparecen restaurants y hoteles, pero se van equipamiento, mantenimiento del hogar y transporte, en tanto en la Patagonia entran salud y servicios varios.
Hay países en que el comportamiento estacional de los precios es llamativo y creciente y otros en que no: Islandia, Estonia, Eslovenia, España, Portugal, Grecia, Chile, México, Costa Rica, Colombia, Japón, etc.
La mayor parte de los países no elaboran índices oficiales de precios desestacionalizados. En esto Argentina no es la excepción. así que salvo por el más que meritorio trabajo de Martin Rozada (https://mrozada.github.io/about/), quien elabora su “Índice de Precios al Consumidor Sin Estacionalidad”, IPC se, no tenemos ninguna fuente publica ni un estudio.
No, el tomate no tuvo la culpa
Cuando “el Toto” hacía referencia a “una estacionalidad positiva”, se refería a que quitando de la ecuación de los precios los factores que son propios y únicos del mes, la inflación tiende a acelerarse en los diciembres.
La realidad es que no lo sabemos… lo que sí sabemos es que no lo hacen en los países donde la información es más amplia.
La información que tenemos sobre el comportamiento desestacionalizado de los precios, si bien sugeriría que deberíamos descartar un comportamiento anormal durante diciembre, no alcanza para obtener conclusiones ni remotamente validas (en base a Martin Rozada)
La data de Martin arranca a fin de 2016, por lo que no podemos establecer -con un mínimo de certeza, para eso necesitamos más data- si ajustados de estas manera los precios exhiben alguna “anomalía mensual”. Por lo pronto en tres de estos ocho años la variación de diciembre fue inferior a la media anual, en dos inferior a la de noviembre y en 1 indistinguible, lo que sugiere que más allá de lo anecdótico, no podemos hablar de un mes de alta inflación ni de inflación creciente.
Hasta ahora durante los diciembre el IPC desestacionalizados subió en promedio 0.31 puntos porcentuales más que el IPC del INDEC. El mes pasado la diferencia fue de 0.30 puntos lo que apuntaría a que, en la foto del mes, no hubo nada anormal con “los estacionales”.
El comportamiento del IPC nacional, desestacionalizados o no, sugeriría que en ninguno de los dos casos existe un comportamiento cíclico
Pero la cosa no es tan clara cuando vemos que el IPC se marcó su tercer mes consecutivo de suba (el IPC lleva dos) al máximo desde agosto último (el IPC al máximo desde septiembre)”, sugiriendo que la inflación “de base” viene creciendo de manera continua en los últimos noventa días (si no se nota más es por “los estacionales”).
Esto resulta interesante porque si hay algo a lo que los precios desestacionalizados no ajustan es a los shocks económicos o eventos excepcionales, eventos como el actual plan deflacionario, que debieran reflejarse en el IPC se más significativamente que en el IPC.
Posiblemente en el barrio alguien le hubiera dicho: “macho, si sabias que la inflación de diciembre iba a venir más alta, hubieras avisado… (y le hubieras evitado a tu jefe el papelón de tener que romper una vez más su palabra)”.
El problema es que “macho” y su jefe esperaban realmente que la inflación de diciembre mostrara una baja.
El núcleo de la cuestión
La desestacionalización del comportamiento de los precios se usa fundamentalmente para el análisis de tendencias -por eso es tan significativo que vengan creciendo desde fin de septiembre- y, por ende, prever que cambios hacen falta en la política económica.
Aunque se solapan en algunos puntos, cuando lo que se busca es formular y evaluar las políticas monetarias (lo que incluye predecir la inflación), los gobiernos tienden a apoyarse en lo que se ha dado en llamar los precios o inflación núcleo (el “Core” en inglés).
Esto mide los cambios en los precios, excluyendo los de aquellos bienes y servicios que muestran una volatilidad más elevada que el resto. Si bien puede variar ya que no hay una definición universal, usualmente la que se desagrega son alimentos y la energía (en Argentina el índice Núcleo abarca cerca del 70% de los consumos incluidos en el IPC).
Esta medida, que sufre el mismo problema que los índices anteriores de “falta de representatividad” y sigue estando influenciada por patrones estacionales, presentando distorsiones cuando los precios excluidos influyen sobre otros (hay una correlación significativa), pero como su instrumentación y análisis es más sencillo, prácticamente todos los países lo calculan.
Si bien como en el caso de los “desestacionalizados” no contamos con suficientes datos como para sacar conclusiones estadísticas “fuertes” (la Ciudad de Buenos Aires lanzó su serie en abril y el INDEC en mayo de 2016), al igual que con el IPC y el IPCse no se ha identificado -tampoco en el extranjero-, ninguna anomalía mensual en las variaciones del IPC Núcleo (ningún mes es drásticamente diferente a los demás).
Pero que no exista una regularidad mensual -al menos, no una relevante-, no implica que no se den otros fenómenos.
Existe así, entre los economistas, la tendencia a tomar el comportamiento del “Core” como un predictor índice general de precios, básicamente porque pareciera ser mejor predictor de la inflación que muchas otras variables (en particular las individuales).
Esto se asiente en que -por caso- los precios núcleo han tendido a adelantar algo más certeramente la variación del mes siguiente del IPC (R2=73.1 %) que la del IPC a los “Core” del otro mes (R2=63.7%) e incluso que a la propia variación del Core al mes siguiente (autocorrelación +1; R2=66.4%; autocorrel. IPC/IPC+1; R2=71.3).
Lo que Toto y Adorni no saben
Ya en mayo, el vocero presidencial nos había dado una pista sobre como interpretan en el gobierno los guarismos de la Núcleo, al decir que “…cuando además alimentos y la núcleo está por debajo, son cosas que absolutamente nos tenemos que dar la posibilidad de decir ‘sí, absolutamente estamos haciendo un buen trabajo’”. En castellano, si la Núcleo sale debajo del IPC significa que estamos logrando reducir la inflación, si es mayor estamos en problemas… así que neguémoslos.
Luis “Toto” Caputo. El gobierno “bailó en una pata” cuando la merma de la inflación núcleo le servía de argumento para proyectar una mayor caída a futuro.
Se entiende entonces que en junio pasado el ministro Caputo casi saltara de alegría cuando vio que la inflación Núcleo, 3.7%, era sensiblemente inferior al dato del IPC de mayo (4.2%), y que volviera a hacerlo en septiembre cuando fue de 3.3%, debajo del 3.5% del IPC. Claro que esto fue olvidando que el mes anterior, en una charla con los agentes de bolsa “amigos” les había dicho la Núcleo podría confluir con el IPC a niveles inferiores a 1%, incluso tan temprano como en septiembre.
Hoy la inflación núcleo crece mas rápidamente que hace tres meses. Desde el Gobierno callan y llaman a callar.
Que la Núcleo es importante para el Gobierno, lo ha reconocido el propio Don Manuel que en septiembre decía: “La inflación núcleo, por supuesto, es la inflación que más miramos dentro del desprendimiento de la inflación general, de la inflación estacional, la núcleo y la regulada, por supuesto que la núcleo es la que más miramos…”, y respecto al salto que dio en agosto de 3.8% a 4.1%, con su humilde narciso contestó “está todo dentro de lo que teníamos previsto,… Así que no, no sólo que no nos preocupa, sino que lo teníamos previsto”.
Manuel Adorni. Vocero Presidencial. “La inflación núcleo, por supuesto, es la inflación que más miramos”. La miran pero no la saben interpretar
Puede ser, lo que seguramente no tenían previsto es el medio punto que salto la Núcleo el mes pasado. Por lo que hubo orden de silencio de radio sobre el asunto. Para todos (los consultores amigos la subestimaron en 0.6 puntos, lo que uno diría es un “papelón”).
Lo que debieran saber
A pesar del uso gilí que hacen las autoridades y economistas de los precios núcleo, la cosa no es tan simple. De los 48 incrementos mensuales que tenemos registrados desde 2016 para los precios núcleo, apenas 21 fueron seguidos por una consiguiente aceleración del IPC, de las 48 mermas 25 lo fueron por desaceleraciones, y tras los siete casos en que el Core se mantuvo sin cambios vimos cinco subas y dos bajas.
No existe ningún “efecto mensual” relevante en el comportamiento de los Precios Núcleo. Si bien diciembre exhibe históricamente una suba mayor que la de los demás meses, con la poca data disponible, este diferencia no resulta estadísticamente significativa
Es decir, en el 44.7% de las veces el sentido en la variación de los precios núcleo adelantó correctamente el del IPC del mes siguiente, en el 48.5% no, y en el 6.8% no sabemos, prácticamente como si tiráramos una monedita al aire. Así que ojo con creer que forzosamente si el Core se acelera/desacelera de un mes a otro (IPCN t-1;t), el IPC hará otro tanto al mes siguiente (IPC t+1).
Mas relevante que la evolución del Core en si mismo, pareciera ser su relación/distorsión, respecto al índice general.
Cuando en un mes cualquiera, los precios núcleos tendieron a superar la variación del Indice General por encima/debajo de la media histórica (0.05%), el IPC del mes siguiente se aceleró/desaceleró en el 61.2% de los casos.
Los “Core” parecieran están más relacionados con el comportamiento del IPC del mes siguiente, que con la variación del propio Core, o la relación inversa entre el IPC y el Core.
En particular, cuando al diferencia fue de 0.5 puntos porcentuales o más, como acaba de suceder (el IPC dio 2.7% y los precios núcleo, 3.2% el máximo en tres meses), algo que vivimos 22 veces en los últimos 9 años, en el 73% de ellos la inflación se empinó al mes siguiente.
Una observación antes de seguir: ante variaciones del Núcleo tanto o más elevadas que la última, el Core del mes siguiente resulto inferior en el 53% de los casos (así que si bien, “per se”, no significaría nada, no descarte una ligera baja en enero).
El Javo y “Catch-22”
En 1961 Joseph Heller escribió “Catch-22”, creando el término que empleamos para definir los dilemas o situaciones difíciles de las cuales no hay un escape posible, dadas las condiciones conflictivas o mutuamente dependientes. La cuestión se reitera en toda la novela, a partir de un piloto que había llegado a la locura y no quera volar más. Cuando va al psicólogo de la base, este le niega el pase por insania, argumentando que el mero hecho de consultarlo era prueba de su cordura.
El gobierno cayó en una trampa de su propia hechura, de la que solo puede salir con ayuda del FMI
Frente a estos dilemas, la única solución es romper el modelo a través de un factor externo. Aunque públicamente no los reconozca -el relato debe seguir vivo a cualquier coste-, el gobierno es consciente de las complicaciones que se van acumulando a medida que va solucionando otras cosas.
El obstáculo es que por su propio accionar, entraron -entramos todos los argentinos- en una situación de la cual no pueden escapar por las limitaciones y reglas contradictorias que enfrentan, dependiendo para ello enteramente de la buena disposición de Donald Trump y el FMI.
Nubes en el Horizonte
La razón para decidir reducir la tasa de la devaluación del dólar oficial, en un contexto de suba de los precios -violando lo que se había anunciado-, seguramente no fue una sola y revela algunas de las dificultades que enfrenta el gobierno.
Tanto por las declaraciones, como la falta de ellas y la evolución de la inflación desestacionalizada y la núcleo, todo apunta a que la inflación de diciembre fue mas elevada de lo que el gobierno y los analistas esperaban. Lo que es peor, la evidencia sugiere que se habría tocado un piso (la inflación estructural), que es mucho más difícil de quebrar.
Aquí es donde la rebaja del “crawling peg” se convertiría según la visión oficial, en el instrumento capaz de acotar el incremento de los precios a la zona del 1-2% mensual.
En esta historia, los que seguro ganarán, son “los amigos”
Si bien la decisión alimenta las teorías de los conspiranoicos que sostienen que lo que se quiere es beneficiar a “los amigos”, el darle aire al “carry trade” apuntalaría por un tiempo más el ingreso de dólares al Banco Central, la paridad de los bonos en pesos y el crecimiento de los plazos fijos del sistema bancario.
Que el gobierno está imperiosamente necesitado de dólares, lo refleja la inesperada y reciente decisión de rebajar de manera temporal, parcial y perentoria las retenciones a diversos productos agropecuarios, con lo cual busca apurar a los productores e intermediarios a que liquiden sus granos y “traigan dólares”.
El problema Ruso
En abril del año pasado, el congreso norteamericano aprobó y al día siguiente Joe Biden convirtió en ley la “Rebuilding Economic Prosperity and Opportunity for Ukranians Act”, la REPO Act, como parte de las sanciones contra Rusia. Un mes más tarde la Unión Europea avanzaba en el mismo sentido.
Lo que hicieron, rompiendo todos los precedentes legales, fue autorizar la incautación de las reservas que tenia Rusia en la FED y el Banco Central Europeo y su uso por parte de las autoridades locales para la compra de armas y ayuda a Ucrania. Hasta entonces la jurisprudencia internacional entendía que el dinero en manos de los Bancos Centrales era “del pueblo”, y por lo tanto no podía ser incautado por los desaguisados que hicieran los gobiernos de turno.
La decisión del año pasado de permitir que las reservas de oro ruso en el extranjero sean incautadas, dio por tierra con la “santidad” de las reservas de los Bancos Centrales.
Aunque estas decisiones son una “cochambre legal”, que están judicializada, ya comenzaron a cobrarse victimas colaterales.
El año pasado el ministro Caputo decidió embarcar una parte de las reservas de oro que tiene el país al London Bullion Market para instrumentar un “swap” por efectivo y así ganar algunos “puntitos”. Si bien es un “secreto de estado”, la estimación oficiosa es que argentina tendría depositadas al menos 37 toneladas del metal amarillo en Londres, valuadas en unos u$s3.700 millones.
En octubre del año pasado la Argentina fue condenada por la Corte Suprema Británica a pagar u$s1.500 millones en lo que se conoce como “el juicio cupón PBI” que aún no han sido pagados, ni se decidió como.
El problema es que con el precedente Ruso, ahora la justicia inglesa esta en condiciones de tomar ese dinero de las reservas para pagarle a los acreedores, algo que ya era previsible.
El problema Yanqui
Mas grave y avanzado es el caso norteamericano, donde la Corte Suprema acaba de habilitar ayer, 27 de enero, a los “holdouts” a tomar u$s310 millones, de las Reservas que están depositadas en la FED y en cuentas de Alemania y Suiza, apenas seis días después que Javier Milei estuviera charlando con Donald Trump.
Es posible que, en su momento, Donald Trump instruya a su representante en el FMI para que apruebe un nuevo préstamo a la Argentina. Lo que es seguro es que no se va a meter con la Corte Suprema, por algo tan “nimio” como Argentina.
Elizabeth Shortino, a cargo de representar los interés norteamericanos ante el FMI. Difícilmente se juegue por lo que le orden Scott Bessent o Donald Trump, ya que sabe que le queda poco tiempo en el puesto.
El problema con el Fondo es que el representante sigue siendo Elizabeth Shortinol, nombrada por Joe Biden como Directora Ejecutiva y hasta que asuma uno nuevo (en realidad serán dos ya que el puesto de Director Alternativo esta vacante), toma tiempo. Usualmente son uno o dos meses hasta que el Tesoro apruebe al candidato, luego otros dos a cuatro meses hasta que el Senado lo apruebe, y finalmente 1 a 2 semanas para que se instale. En total es difícil que antes de tres meses, aunque posiblemente sea antes de seis, que Trump pueda mover libremente sus hilos en el FMI (aún no hay nombres, pero debe ser alguien fuerte que defienda su política tarifaria) .
Hasta ahora el apoyo al gobierno de Milei ha tenido más que ver con la esperanza que sigue teniendo la gente en la nueva administración, con los resultados concretos del día a día. Así ha sido posible minimizar y travestir las noticias más adversas.
Pero el reloj va jugando en contra y las “malas nuevas” se van acumulando, hasta un punto en que…