La Rural de Santa Rosa se transformó este sábado en un verdadero crisol de culturas vivas. La quinta edición de la Fiesta de las Colectividades dio inicio con una jornada vibrante, donde las tradiciones se hicieron carne —y también danza, música, aromas y colores— en un recorrido que atraviesa fronteras sin salir de La Pampa.
La fiesta reúne a comunidades bolivianas, venezolanas, españolas, vascas, italianas, sirias, libanesas, piamontesas y muchas más, en un espacio compartido donde se exhiben costumbres, sabores y expresiones artísticas propias de cada rincón del mundo. Para los más pequeños, la diversión también está asegurada con juegos e inflables ubicados en la pista central.
Gastronomía que cuenta historias
Entre los platos que despertaron los sentidos del público, se pudo probar desde el sabroso chicharrón boliviano —preparado con cerdo, maíz, papas deshidratadas y ají picante— hasta delicias como torta tres leches, chicha y té de coca. El stand español ofreció una auténtica muestra de su herencia culinaria: paella, pinchos de tortilla con chorizo, empanadas gallegas, bocadillos de jamón serrano, churros con chocolate, y dulces tradicionales como magdalenas, ensaimadas y miguelitos.
En el espacio árabe, el shawarma y el baklava con masa filo y nueces fueron los grandes protagonistas. El Centro Vasco deleitó con rabas, chorizos, jamón crudo y postres típicos, mientras que la colectividad italiana aportó su infaltable variedad de pizzas, zelten trentino, cannoli sureños y crostatas, sin olvidar los clásicos aperitivos.
Más que comida: identidad, memoria y cultura
María del Carmen Ares, integrante de la organización Colectividades Santa Rosa, expresó con orgullo que esta es la segunda vez que la celebración se lleva a cabo en el predio de La Rural. “Nos sentimos en casa. La Agrícola Ganadera cumple 100 años y también fue fundada por inmigrantes”, señaló. Destacó, además, el trabajo realizado para ofrecer un abanico gastronómico auténtico, acompañado por espectáculos de danzas que llegaron desde distintas localidades pampeanas como General Pico, Toay, Eduardo Castex, General Acha e Ingeniero Luiggi.
La propuesta también suma espacios de intercambio cultural, donde se explican símbolos, costumbres, y hasta se brinda información para quienes quieran viajar a las tierras de sus antepasados o conocer más sobre sus raíces. En este sentido, Migraciones también montó un puesto donde los visitantes se acercan curiosos a buscar registros de sus ancestros.
Historias que viajan y se reinventan
Desde el Centro Vasco, María de los Ángeles Sarasola compartió con humor una definición de su comunidad: “Dicen que somos rudos y porfiados. Pero como decía mi papá, no es que seamos tercos… es que siempre tenemos la razón”. También adelantó que este domingo se presentarán jóvenes del País Vasco que llegaron a la Argentina en el marco de un intercambio universitario. “Nos enseñaron danzas que muchos de nosotros desconocíamos y van a tocar en vivo con instrumentos tradicionales. Fue un aprendizaje mutuo y muy emotivo”.
Por su parte, Alejandro Sergent, representante de la comunidad venezolana, destacó la calidez de su gente: “Somos alegres, incluso en las malas. Nos gusta compartir, como los argentinos”. En su puesto, las arepas fueron la gran estrella: aptas para todo público, sus rellenos variados las hacen ideales para celíacos, veganos y vegetarianos. También ofrecieron tequeños, hamburguesas tropicales y empanadas típicas. Sergent comentó que hay alrededor de 400 venezolanos en la provincia y que, si bien la integración lleva tiempo, ya comenzaron a organizarse en actividades deportivas como el sóftbol.
Una entrada, mil viajes
El segundo día de la Fiesta comenzará a las 11:30 y contará con la participación de corredores de A Pampa Traviesa, quienes recibirán vouchers para degustar las propuestas del evento. El ingreso tiene un valor simbólico de $3.000 para mayores de 12 años.
Más allá del espectáculo, la jornada fue un testimonio del valor de las raíces, el encuentro y la diversidad. Un recordatorio de que la cultura no es una postal lejana, sino una mesa tendida, una canción compartida, un paso de baile que cruza generaciones.