En una nueva jornada de reclamo, los residentes del Hospital Garrahan realizaron este lunes por la noche una marcha con velas hacia el Obelisco. El acto simbólico y pacífico formó parte de las acciones impulsadas por el personal en formación para visibilizar su lucha por mejores condiciones laborales y salariales, mientras continúan esperando una propuesta concreta por parte de las autoridades nacionales.
La movilización, que tuvo fuerte acompañamiento de profesionales médicos y de enfermería, expuso las duras condiciones en las que se desempeñan: sueldos que apenas alcanzan los $800.000, jornadas que superan las 60 horas semanales y guardias de hasta 24 horas continuas. A esto se suma el deterioro en infraestructura y la escasez de insumos que afectan el desarrollo de sus tareas diarias.
Las consignas resonaron en el corazón porteño: “Sin residentes no hay hospital” y “Precarizados no vamos a trabajar” fueron algunos de los mensajes que se corearon frente al icónico monumento. La manifestación se mantuvo en un marco de respeto, pero dejó en claro el malestar creciente ante la falta de respuestas oficiales.
Durante la tarde, se había llevado a cabo una reunión interna en el hospital, donde se evaluó un ofrecimiento no formalizado que consistiría en un bono no remunerativo para alcanzar un ingreso estimado en $1.300.000. Sin embargo, la propuesta no generó consenso entre los trabajadores, quienes remarcaron que la discusión debe darse con transparencia, mediante canales formales y con participación directa del Ministerio de Salud.
En asambleas previas, los y las residentes ya habían rechazado los argumentos oficiales que apuntaban a recortes por cuestiones presupuestarias o críticas sobre la supuesta “burocracia” interna del Garrahan. Sostienen que el conflicto no se soluciona con anuncios en redes sociales ni con medidas unilaterales, sino con diálogo serio y una recomposición que reconozca el valor de su labor.
El plan de lucha continuará en los próximos días, mientras se aguarda una nueva instancia de asamblea para definir los pasos a seguir. Por ahora, las velas siguen encendidas, no solo en las manos de los manifestantes, sino también como símbolo de una vocación que se niega a apagarse.