La gente anda diciendo que la semana arrancó con una mezcla explosiva: el dólar mayorista continuó en caída libre, obligando al Banco Central a intervenir. En medio de esa turbulencia, JPMorgan recomendó vender activos argentinos, y los mercados recibieron con cautela los anuncios del Ejecutivo.
Se escucha que el acuerdo con el FMI avanzó, pero incomoda: el directorio aprobó un desembolso de 2.000 millones de dólares tras la revisión del programa de facilidades extendidas. Aunque entendida como una salvaguarda, el gesto llega con condiciones contundentes sobre reservas y austeridad fiscal, justo antes de las elecciones legislativas.
Dicen que mientras esos números circulan bien en informativos, la vida real no los siente tan cerca: en julio, los precios minoristas subieron 4%, por encima de lo esperado, y se acusó a la administración de maquillar una inflación que sigue comiendo salarios.
También comentan que la crisis del fentanilo contaminado se mantiene: con 48 muertes confirmadas y docenas de casos sospechosos, el escándalo sanitario no frenó y el Estado no respondió con medidas claras ni compensación a las víctimas.
Se escucha que, en igual sentido, los despidos continuaron: Vialidad, INTA e INTI siguen vaciándose, y ciencias sociales y laboratorios universitarios reportaron recortes sin aviso, mientras miles pierden sus fuentes laborales.
Dicen que, en el tablero institucional, Milei movió otra ficha clave: durante la visita de la secretaria de Seguridad estadounidense, se firmó un acuerdo para que Argentina recupere su lugar en el Programa de Exención de Visa de EE. UU.. Si prospera, argentinos podrían viajar sin visa a EE. UU. por turismo o negocios — aunque atado a estrictas condiciones de control migratorio.
La gente anda diciendo que ese guiño al público extranjero contrastó con la derrota del oficialismo en el torneo COTIF Sub‑20, donde la selección argentina volvió a consagrarse tras vencer a Valencia CF. Un logro deportivo, sí, pero que desde lo simbólico chocó con la bronca popular: nadie festeja cuando el pan escasea.
Se escucha que la recuperación económica se modera: según encuesta Reuters, el crecimiento proyectado será del 3,4% en 2026 (vs. 5% en 2025), pero acumulado a una inflación que rondará el 23%. El ajuste macro no pasa en limpio por los bolsillos populares.
Dicen que este modelo vende orden fiscal, pero vacía el Estado: despidos masivos, espionaje digital, inflación que desborda, y una Justicia que reprime más que escucha. Todo mientras el Ejecutivo firma convenios internacionales como prueba de estabilidad global.
La gente anda diciendo que el verdadero superávit no se mide en dólares ni bonos, sino en dignidad social, salud pública, justicia laboral y rutas transitables. Que donde el poder cita macrodatos, el pueblo responde con ollas populares, cacerolas y marchas.
Y que por más rescates, inversiones o acuerdos diplomáticos, el corazón del país sigue latiendo en los barrios donde la calle pide pan, educación y futuro.