La gente anda diciendo

La gente anda diciendo que esta semana lo económico empezó a rezongar fuerte. Los mercados financieros argentinos cayeron con fuerza tras los escándalos de corrupción que sacuden al poder. El índice líder del Merval bajó más del 4 % y los bonos en dólares se hundieron, mientras el peso perdía terreno —todo en medio de…

La gente anda diciendo que esta semana lo económico empezó a rezongar fuerte. Los mercados financieros argentinos cayeron con fuerza tras los escándalos de corrupción que sacuden al poder. El índice líder del Merval bajó más del 4 % y los bonos en dólares se hundieron, mientras el peso perdía terreno —todo en medio de una deuda interna a punto de estallar. Una señal inconfundible de que, más allá de los fuegos de artificio, la confianza se está resquebrajando.

También comentan que el Gobierno recibió un nuevo golpe político: el Senado rechazó decretos que recortaban fondos para universidades y programas de discapacidad, y reactivó partidas que el Ejecutivo había vetado. Una derrota legislativa con nombre y apellido: educación y derechos vuelven a demostrar que no se gobierna sin los consensos mínimos.

La gente sigue diciendo que hablar de “libertad” no es imponer el silencio presupuestario, y que recortar a docentes e investigadores, mientras el Estado se vuelve caricatura de mercado, es una ofensa.

Pero si hubo un tema que retumbó en la semana fue el escándalo de corrupción de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS). Audios filtrados confirman una trama de sobornos, donde se menciona directamente a Karina Milei —hermana del presidente y clave en su equipo— cobrando porcentajes de contratos farmacéuticos. El juez ordenó allanamientos en propiedades de lujo, oficinas públicas y la agencia, en una investigación que ya puso al gobierno contra las cuerdas.

Se escucha que esta vez ya no alcanza con negar todo. Porque en la plataforma del Estado se están moviendo los cimientos de la impunidad.

Además, algunas imágenes reflejaron la tensión social en su dimensión más visceral: en Lomas de Zamora, manifestantes lanzaron piedras contra el convoy de Milei, obligando a evacuarlo. Aunque salió ileso, el episodio dejó claro que la bronca popular ya no cabe en los discursos.

La gente sigue diciendo que cuando un líder juega con impunidad, la gente responde con coraje. Que si no escuchan, pisan fuerte.

Por otro lado, el drama sanitario del fentanilo contaminado sigue sin cierre: la cifra de muertos escaló a más de 96 fallecidos, según la suma de fuentes judiciales y periodísticas. Más de 100 muertes vinculadas a ampollas infectadas con bacterias peligrosas y un sistema de salud que no responde.

Dicen que no es dato, es desastre. Y no se soluciona con comunicados: se salva con justicia y control real.

En la política internacional, Argentina ganó una ligera ventaja: se recuperó la posibilidad de ingresar sin visa para ciudadanos de India que tengan visa estadounidense vigente. Pero entre treguas diplomáticas y medidas que intentan parecer progres, el país sigue aislado del desarrollo real.

También suenan los ecos del deporte que emociona: Los Pumas vencieron por primera vez en el país a los All Blacks, un triunfo histórico que corta con siglos de asimetría deportiva. Mientras los títulos sonaban en canchas, el país arde en desigualdad.

Y en fútbol local, Boca suma victorias, River lidera: el torneo avanza y para muchos es el único refugio que les queda en esta Argentina de ajuste, escándalos y bronca acumulada.

La gente anda diciendo que esta semana dejó dos certezas: mientras el poder sigue desnudando su corrupción, los lazos institucionales—como los votos y las protestas—todavía pueden frenar la demolición. Y que las derrotas legislativas no son claudicaciones: son llamadas de atención que merecen ser escuchadas con respeto.

Dicen también que si los festejos de economía ocultan recortes reales, despidos, muertes evitables y privilegios escandalosos, eso no es modelos, es trampa.

Porque donde el poder destruye, el pueblo grita. Donde se impone el confort de los corruptos, resuena la bronca de los que aún sueñan con justicia y futuro.