El documental “El estafador de Tinder” se convirtió en un sorpresivo acaparador de audiencias en todo el mundo al punto que es top 10 en 92 países. Ese costado más sordido de las redes y los docu-realities también tiene éxito en propuestas como “Fake Famous; Un experimento social irreal” o “Los limpiadores”.
Si bien esta columna se llama Más alla de los algoritmos, hoy vamos a “traicionarnos” centrándonos en aquellos documentales, películas de ficción y series que se sumergen en las zonas más oscuras de las redes sociales, las campañas políticas vía fake news y la fascinación por los comportamientos más perversos en los que el uso y abuso de los datos juega un papel esencial para influir en la segmentación, orientación, condicionamiento y, sí, manipulación de los usuarios.
Netflix -servicio de streaming que ha hecho de los algoritmos una de sus herramientas favoritas- informó que “El estafador de Tinder”, su flamante documental sobre el caso real de un israelí que haciéndose pasar por multimillonario ligado al negocio de los diamantes logró engañar a decenas de mujeres a través de esa aplicación de citas hasta sacarles unos 10 millones de dólares, superó en la última semana a todas las películas (incluidas las de ficción, claro) de la plataforma y llegó al Top 10 en 92 países (en el Reino Unido se mantenía primera hasta hace pocas horas).
La pregunta que surge de forma inevitable es por qué nos fascina esa combinación entre historias ligadas a las redes sociales que en muchos casos desembocan en el hoy tan de moda género de las true crime stories cuando entran en juego estafas o incluso crímenes.
El sensacionalismo o el voyeurismo pueden generar cierto desprecio desde una mirada más cínica o intelectual, pero son pocos los que se resisten a la tentación de observar las situaciones más extremas. El ingenio y hasta ciertos rasgos de genialidad por parte de psicópatas puestos al servicio del mal y la forma en que muchas veces esos castillos de naipes se desmoronan en segundos luego de largas y complejas construcciones resulta un proceso magnético que se sigue tanto con genuina fascinación como en forma de consumo irónico no exento de burlas y un tono superador en las mismas redes sociales.
Un fenómeno masivo como el de “El estafador de Tinder”, de todas formas, no es nuevo en Netflix, donde ya habían generado una amplia cobertura y debate en medios y redes una película de ficción como la polaca “Hater”, de Jan Komasa; y otros documentales como la serie “No te metas con los gatos: Un asesino en Internet” (precisamente de los mismos productores de “El estafador de Tinder”), “El dilema de las redes sociales” (un ensayo concientizador sobre el uso de los algoritmos para espiar, seducir y enganchar al usuario); “Fyre: La fiesta más exclusiva que nunca sucedió” (sobre un lujoso festival de musica promocionado por influencers en redes que iba a realizarse en una isla en Bahamas y terminó en multimillonaria estafa); “The American Meme”, sobre la contracara de la construcción de los imperios de influencers como Paris Hilton, DJ Khaled, Emily Ratajowski, Josh Ostrovsky, Brittany Furlan o Hailey Bieber; y “Nada es privado” (“The Great Hack”), sobre el escándalo de Cambridge Analytica en el uso de datos y de las fake news sobre todo en Facebook para favorecer campañas como las de Donald Trump, Jair Bolsonaro y Mauricio Macri, entre varias otras.
Pero Netflix no es el único servicio de streaming obsesionado por el tema de los algoritmos y las manipulaciones. De hecho, HBO Max tiene una oferta tan o más amplia e interesante al respecto con documentales como “Fake Famous; Un experimento social irreal”, debut como director y guionista del periodista especializado en tecnología Nick Bilton, quien concibió un proyecto para exponer cómo se “construye” un influencer, proceso que demanda una inversión que incluye en muchos casos la compra masiva de bots o falsos seguidores.
Tras un breve prólogo, Bilton arma en Los Angeles un casting entre unos 4.000 aspirantes a influencers, pero -en vez de elegir a los que ya tienen más seguidores en Instagram- elige a tres veinteañeros (las estrellas de las redes suelen tener entre 18 y 25) con unos pocos cientos de followers: una actriz, un diseñador de ropa y un asistente de una inmobiliaria. El director y su equipo les compran miles de bots (también se aseguran de adquirir likes y engagement para cada posteo), les ponen a su servicio fotógrafos, maquilladores, vestuaristas, les alquilan una mansión o un falso avión privado y empiezan las campañas para convertirlos en estrellas de las redes sociales.