Aunque existen pruebas de que la deficiencia del sueño aumenta el riesgo de obesidad, la evidencia experimental es limitada. No obstante, los estudios continúan demostrando la importancia de los buenos hábitos de sueño para mantener un peso corporal saludable, pero aún queda mucho por aprender cuando se trata de comprender los detalles más finos de esta relación.
Investigadores de Mayo Clinic, de Estados Unidos, arrojaron nueva luz sobre este tema al demostrar cómo la falta de sueño puede aumentar los niveles de grasa visceral insidiosa en lo profundo del abdomen, lo que conlleva graves riesgos para la salud.
Una larga línea de investigaciones publicadas ha iluminado la conexión entre la falta de sueño y la obesidad y sus condiciones relacionadas. Esto incluye mostrar cómo los patrones de sueño irregulares pueden elevar el riesgo de hipertensión y otros trastornos metabólicos y duplicar la posibilidad de padecer enfermedades del corazón. De manera similar, los estudios han demostrado cómo el sueño adicional puede conducir a un déficit de calorías y reducir el riesgo de obesidad en los recién nacidos.
Si bien se está acumulando conocimiento científico en esta área, los investigadores de Mayo Clinic señalan que no se han realizado estudios específicos sobre la distribución de la grasa corporal. Su trabajo, que fue publicado en el Journal of the American College of Cardiology, se enfoca en las diferencias entre la grasa subcutánea, la que se encuentra localizada debajo de la piel que se puede sentir sencillamente cuando una persona se pellizca el vientre, y la grasa visceral, el tipo invisible en lo profundo del abdomen que puede rodear el hígado, los intestinos y otros órganos.
La grasa visceral solo representa alrededor del 10 por ciento de la grasa corporal total en la mayoría de las personas, pero cuando se acumula en niveles excesivos, puede desempeñar un papel desproporcionado en los resultados adversos para la salud. Esto se debe a que produce grandes cantidades de sustancias químicas relacionadas con una amplia variedad de afecciones, incluidas las enfermedades cardiovasculares, como infarto y aterosclerosis, diabetes tipo 2, insuficiencia hepática, alteraciones gastrointestinales, cáncer y asma.
Por lo tanto, es importante controlar los niveles de grasa visceral. En virtud de esto, el estudio de Mayo Clinic se diseñó para explorar cómo el sueño puede desempeñar un papel regulador. Involucró a 12 personas sanas que no eran obesos y se colocaron en un grupo normal que dormía nueve horas por noche o en un grupo restringido que dormía solo cuatro horas por velada durante un período de dos semanas. Esto se produjo después de ciertos tiempos de aclimatación y otros de recuperación del sueño normal, y luego los grupos intercambiaron hábitos de sueño después de un tiempo de blanqueo de costumbres de tres meses.
Los grupos tuvieron libre acceso a los alimentos en todo momento, y los científicos rastrearon su ingesta de energía, su gasto, peso corporal, biomarcadores de apetito y distribución de grasa a través de tomografías computarizadas. Se observó que los voluntarios consumían más de 300 calorías adicionales al día durante sus períodos de restricción del sueño, mientras que su gasto de energía se mantuvo igual. Esto condujo a pequeños aumentos de peso, pero a un incremento del 11 por ciento en la grasa visceral, según indicaron los investigadores.
“La acumulación de grasa visceral sólo se detectó mediante tomografía computarizada y, de lo contrario, se habría pasado por alto, especialmente porque el aumento de peso fue bastante modesto, sólo alrededor de 450 gramos, explicó Naima Covassin, quien dirigió el estudio. Las medidas de peso por sí solas serían falsamente tranquilizadoras en términos de las consecuencias para la salud de un sueño inadecuado”.
El estudio fue diseñado para replicar los patrones de sueño irregulares que los trabajadores por turnos podrían soportar, con períodos de descanso inadecuado intercalados con otros de descanso normal. Es importante destacar que los científicos encontraron que los impactos en la grasa visceral parecían persistir más allá de los períodos de sueño insuficiente, incluso cuando el peso corporal disminuía, lo que podría tener efectos acumulativos si estos patrones de sueño tienen lugar durante varios años.
“Normalmente, la grasa se deposita preferentemente por vía subcutánea o debajo de la piel —indicó Virend Somers, otro investigador principal del estudio—. Sin embargo, el sueño inadecuado parece redirigir la grasa al compartimiento visceral más peligroso. Es importante destacar que, aunque durante el sueño de recuperación hubo una disminución en la ingesta de calorías y el peso, la grasa visceral siguió aumentando. Esto sugiere que el sueño inadecuado es un desencadenante no reconocido previamente para la deposición de grasa visceral y que recuperar el sueño, al menos a corto plazo, no revierte la acumulación de grasa visceral”, concluyó.