El crimen de Robert Lees en 2004 es uno de los más aberrantes de la historia del espectáculo de los Estados Unidos.
“Cuando me decidí a que escribir sea mi carrera lo hice porque lo sentí. Desde entonces, entendí más de las personas y de la tradición de ser guionista. Por eso sé que no puedo decir que la guerra es preferible a la paz o que el fanatismo y el conformismo sean virtudes”. Las contundentes definiciones de Robert Lees para defenderse de quienes lo habían acorralado en una lista negra para que no trabaje más en Hollywood retumbaron en las paredes de las oficinas del Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes (HCUAA) en la década del ‘50.
Su vida, hasta ese momento, había sido exitosa. Lees era un guionista con mucho trabajo que llegó a estar nominado a un Oscar por el guion de un cortometraje en los orígenes del importante galardón al cine. Décadas después de haber sufrido en carne propia el macartismo y lo más rancio del poder militar dentro del show business, el escritor fue víctima de un crimen brutal, casi como un botón de muestra de una sociedad enferma: un exmarine que estaba drogado y vivía en la calle, lo sorprendió en su casa, lo mató a cuchillazos y lo decapitó.
Quién era Robert Lees, el guionista de “Abbott y Costello”
Robert Lees había nacido el 10 de julio de 1912 en San Francisco, California. El recorrido de los primeros años de su vida estuvo marcado por el crack económico del ‘30, las dos guerras que cambiaron al mundo y las consecuencias sociales que se derivaron del triunfo de los aliados tras la intervención de los Estados Unidos en el conflicto bélico.
En medio de la llamada Gran Depresión, Lees se graduó en el Lowell High School en 1929. Al poco tiempo, empezó a actuar como extra de cine en la incipiente industria del espectáculo que empezaba a tomar forma donde él vivía. Así hizo apariciones en algunos films como The Sin of Madelon Claudet, Grand Hotel, Rasputin and the Empress y Dancing Lady.
Pero lo mejor le iba a pasar detrás de cámaras. Lees conectó de a poco con la escritura y empezó a elaborar guiones. De esta forma, desembarcó en la realización junto a Frederic Rinaldo, otro guionista, con quien trabajó para MGM. La dupla fue notable en sus primeros años de colaboraciones para cortometrajes, un género que era muy producido por los grandes estudios de ese momento.
Rinaldo y Lees estuvieron detrás de The Perfect Set-Up, en 1936, uno de los primeros cortos realizados de una saga que produjo MGM bajo el concepto El crimen no paga. Luego vinieron A Night At The Movies, Decathlon Champions, Candid Cameramaniacs, An Hour For Lunch y Prophet Without Honor. Este último les dio una de las mayores alegrías profesionales: una nominación al Oscar en 1939.
Luego, Lees se volcó a los largometrajes e hizo de todo, como comedia, drama y terror. De esta forma, su nombre aparecía como responsable del guion de Street Of Memories, La mujer invisible, El gato negro, Bachelor Daddy y hasta Jumping Jacks con Dean Martin y Jerry Lewis.
Su figura cobró otra magnitud cuando se unió a una dupla cómica que aun hoy es estudiada en las escuelas de cine. Fue la cabeza creativa detrás de Abbott y Costello en Abbott y Costello, Hold That Ghost, Hit The Ice, Buck Privates Come Home, The Wistful Widow Of Wagon Gap, Abbott And Costello conocen a Frankenstein, Abbott And Costello conocen al Hombre Invisible y Comin’ Round The Mountain.
Pero todo el brillo de su pluma se topó contra la opaca muralla de la realidad. Tras la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de los Estados Unidos empezó una batalla interna contra quienes apoyaban al Partido Comunista. Lees lo sufrió en carne propia.
Cómo sobrevivió Robert Lees a la lista negra de Hollywood
Luego de que los Estados Unidos y la Unión Soviética comenzaran a disputarse el poder del mundo tras vencer al nazismo en laSegunda Guerra Mundial, un sector del poder norteamericano empezó a ejercer una fuerte presión para evitar que el comunismo avanzara en diferentes áreas. El ámbito del espectáculo era propicio para difundir estatus, ideales y, lógicamente, pensamientos políticos.
En la década del ‘50, el Congreso de los Estados Unidos aprobó algunas leyes que restringieron completamente la actividad política comunista. A su vez, hubo un senador que marcó el camino y cuyo apellido se transformó, incluso, en el origen de un sustantivo, el macartismo. Joseph Raymond McCarthy llevó adelante investigaciones contra ciudadanos que simpatizaban con esas ideas con el objetivo de impedir que espías soviéticos desembarcaran en ese país.
Esta situación generó listas negras en diferentes ámbitos, pero sobre todo en Hollywood. En el cine y la televisión, actores, directores, productores, guionistas y trabajadores en general fueron perseguidos y expulsados de sus trabajos por estar afiliados al Partido comunista o simplemente tener afinidad con esas nociones.
Lees fue obligado a comparecer al tribunal del Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara de Representantes (HCUAA) que interrogaba a quienes se mencionaban en esas listas. “Me preocupa el juramento de lealtad que se hace, el control del pensamiento y las investigaciones sin fin”, lanzó el guionista, en el texto que leyó.
Tras su exposición, el escritor fue prohibido en Hollywood. Su nombre fue borrado de todas las películas en las que intervino y no pudo trabajar más bajo esa identidad. Pero, como muchos colegas, Lees se las rebuscó para seguir ligado a ese mundo.
Es por eso que, a medida que avanzaba la década, dejó el cine para pasar a la televisión, un medio que iba creciendo. Allí se desempeñó bajo los seudónimos de J. E. Selby y Jay Selby, también como guionista, en diferentes ciclos, algunos de ellos muy exitosos. Pasó por Alfred Hitchcock presenta, Rawhide, Tierra de Gigantes, El avispón verde, La isla de Gilligan, Lassie, Robin Hood, entre otros.
Retirado de la escritura de ficciones a fines de la década del ‘60, la presión del macartismo fue languideciendo hasta que terminaron las listas negras. A pesar de eso, Lees se dedicó a disfrutar de su familia y se olvidó de Hollywood. Pero su nombre iba a quedar marcado en las páginas policiales, mucho más que en los tabloides del espectáculo. El 13 de junio de 2004 fue víctima de uno de los peores crímenes que se recuerden en la historia del cine y la TV.
Así fue el aberrante crimen de Robert Lees
Mientras que la vida de Lees fue marcada por las idas y vueltas de los conflictos bélicos que hubo en el mundo, su muerte también parece haber tenido ese destino. Su asesino se llama Keven Lee Graff, un joven que tenía 27 años en ese momento, vivía en la calle, era un adicto a la metanfetamina y había sido marine durante los años en los que el gobierno de George W. Bush intensificó el poderío militar tras los atentados a las Torres Gemelas.
El crimen de Robert Lees ocurrió en una de las propiedades ubicadas en Stanley Avenue, entre los bulevares Hollywood y Sunset, el 13 de junio de 2004 a las 11.00. Mientras el hombre, de 91 años, descansaba, fue sorprendido por Graff que lo apuñaló sin mediar palabra con un cuchillo de carnicero. Luego agregó más violencia a la escena y lo decapitó. Preso de una furia incontrolable, el asesino tomó la cabeza del guionista, trepó una cerca y corrió hasta la casa de al lado.
Allí estaba el médico jubilado Morley Hal Engelson, que tenía 69 años. A él también lo golpeó y lo apuñaló hasta matarlo. En ese momento, el profesional hablaba por teléfono con un operador de la compañía área Southwest Airlines, ya que intentaba sacar un pasaje para irse de vacaciones. Esa persona se transformó en el testigo clave que logró avisar a la Policía que algo malo había pasado, ya que escuchó absolutamente todo.
“Mientras hablaba haciendo reservas de viaje, el operador escuchó una conmoción de fondo y luego el teléfono se cortó”, dijo el entonces teniente de la policía de Los Ángeles, Art Miller al medio Daily News. Graff dejó de jugar con la cabeza de Lees, la apoyó en la cama del médico y se fugó en el auto Mercedes Benz de Engelson.
La pareja del guionista, la autora Helen Colton, fue la que se topó con la terrible escena cuando pasó a buscar al escritor para ir a un evento ese domingo, unas cinco horas después del crimen. Su compañero estaba tirado en el piso de la habitación, sin cabeza y tapado con mantas. “Fue shockeante y una locura encontrarlo así”, comentó, en una entrevista con el canal de YouTube Dearly Departed Tours with Scott Michaels.
El hombre que mató a Lees y jugó con su cabeza era un homeless que desde hacía varias semanas vivía en su camioneta, en las calles de Hollywood. De acuerdo a lo que especificó un artículo de Los Angeles Times, de 2004, los detectives que estuvieron detrás del caso describieron las condiciones de los cuerpos como “las más espantosas” que vieron en su vida. “Fue una escena del crimen muy horrible. Tanto que es difícil determinar cuál fue la causa de la muerte de cada uno de ellos”, aseguró Miller, en una declaración a periodistas.
Qué pasó con Keven Lee Graff, el asesino de Robert Lees
Un día después de los asesinatos, Graff fue a la puerta de los estudios Paramount y vociferó palabras sin sentido. De golpe, sus gritos se hicieron evidentes y uno de los guardias de la entrada, Isaac Macias, alertó a las autoridades.
El hombre llamó a su jefe y el supervisor de seguridad Craig Phillips usó las cámaras para seguir al sospechoso, mientras caminaba de manera errática por la avenida Melrose. Casi al mismo tiempo, los policías mostraban la foto de Graff en una conferencia de prensa que estaban dando. “Me volví hacia la cámara en mi monitor y grité ‘¡es él!’”, exclamó, según sintetizó Los Angeles Times.
Graff fue detenido de inmediato. En una declaración a los fiscales, aseguró que no recordaba nada de lo que había pasado ya que estaba drogado con metanfetamina y éxtasis. “Realmente no recuerdo. No entiendo. No digo que tenga una enfermedad mental pero, ¿quién en su sano juicio podría hacer algo así?”, se preguntó el propio criminal cuando tuvo que declarar cuatro años después, en 2008.
En ese momento, se decidió su suerte: bajo un acuerdo de culpabilidad, se asumió responsable de 10 delitos por los asesinatos de Lees y Engelson. El asesino pudo eludir la pena de muerte, lo que buscaban sus defensores desde un primer momento. Igualmente, la Justicia lo sentenció, a dos cadenas perpetuas consecutivas sin posibilidad de salir en libertad condicional bajo los términos del acuerdo firmado.
La muerte de Lees a los 91 años fue extremadamente violenta. Paradójicamente sus días siempre estuvieron alejados de esa oscuridad, como comentó el hijo de su gran amigo, Fred Rinaldo, en una charla con Los Angeles Times: “Él nunca tuvo un momento de bajón. Tenía 91 años. Su disposición en la vida contribuyó a su longevidad”.