En una sociedad dividida, Turquía vivirá una jornada histórica en las elecciones presidenciales donde decidirá si da o no un radical giro político y le pone fin o no a las dos décadas en el poder de Recep Tayyip Erdogan.
La votación otorgará al cada vez más poderoso Erdogan un nuevo mandato de cinco años o colocará al país musulmán miembro de la OTAN en lo que su principal contendiente opositor llama una senda más democrática.
Las mesas cerrarán a las 17 (11 de Argentina), pero los medios tienen prohibido dar resultados parciales hasta una hora más tarde y tampoco hay sondeos a boca de urna.
Para estos comicios, unos 64 millones de ciudadanos, que también elegirán a su Parlamento, están censados en este país de 85 millones de habitantes, que tiene tradición de votar con índices de participación superiores al 80%.
Erdogan indicó que la votación estaba en marcha “sin ningún problema”. “Tengo la esperanza de que después del conteo de la noche… habrá un futuro mejor para nuestro país, nuestra nación y la democracia turca”, declaró según informó la agencia de noticias DPA.
Elecciones históricas que definirán un rumbo político a Turquía
Por primera vez en sus 20 años en el cargo, las encuestas previas muestran a Erdogan, de 69 años, por detrás de su rival, Kemal Kilicdaroglu, del Partido Republicano del Pueblo (CHP), de centroizquierda y prosecular, y candidato de una alianza opositora.
Si ninguno de los candidatos recibe más del 50% de los votos, la decisión para llegar a la presidencia se determinará en una segunda vuelta el 28 de mayo.
Kilicdaroglu, cuyo partido (CHP) es el de Mustafa Kemal Atatürk, el fundador de la Turquía moderna, lidera una coalición de seis partidos que abarca desde la derecha nacionalista hasta la centroizquierda liberal.
En 2018, en las últimas elecciones presidenciales, Erdogan ganó en primera vuelta con más del 52,5% de los votos. Si esta vez tuviera que disputar una segunda vuelta, ya sería un revés para él.
La crisis económica que afronta el país
En esta ocasión, Erdogan llega a la votación en un país golpeado por una crisis económica, con una moneda devaluada a la mitad en dos años y una inflación que superó el 85% en otoño.
El terremoto del 6 de febrero, que derrumbó decenas de miles de edificios y causó la muerte de al menos 50.000 personas y más de 3 millones de desplazados, puso en tela de juicio la omnipotencia de un megapresidente que centraliza todos los poderes.
Su rival, Kilicdaroglu, apuesta por el apaciguamiento y promete restaurar el estado de derecho y respetar las instituciones, afectadas en los últimos diez años por lo que sus adversarios califican de deriva autocrática de Erdogan.