Uno ex vecino de Vicente López armó una canchita de fútbol. Pero al poco tiempo, las ‘mamás fitness’ hacen gimnasia y bailan. Mientras una una pareja ofrece buffet y catering. Otras argentinas armaron centros de estéticas y spa. Las familias argentinas que eligen Doral se las ingenian para emigrar y progresar.
A las 9 de la mañana, entrar por el buffet y caminar hasta La Canchita, en el más profundo silencio, es una experiencia casi surrealista: a 12 mil kilómetros de casa un poster de Messi, camisetas de diferentes clubes que adornan las paredes y, al pisar el césped sintético, el perfume trae una pila de recuerdos de Argentina.
Bajo el tinglado, el rectángulo verde está dentro de un galpón ubicado en la ciudad de Doral, la más joven del condado de Miami. Hasta que a Jorge Molli, ex vecino de Vicente López, se le ocurrió plasmar allí su pasión por la pelota, no había en la zona ningún espacio cubierto donde despuntar el vicio.
“Yo vendía flores -narra Jorge, en referencia al modo en que se ganaba la vida hasta 2006- y jugábamos todos los jueves con otros muchachos, pero al aire libre. Y cuando acá viene la temporada de tormentas, era siempre suspender y suspender… yo decía ¡cómo puede ser que nadie ponga una cancha bajo techo!”.
Entonces juntó plata y se decidió a emprender en lo que, para entonces, era una zona bastante despoblada. O sea: Molli plantó bandera al oeste, lejos de la playa, en una ciudad que no tenía nada de marketing, con las mismas ganas que hoy, todavía, pone al correr atrás de la pelota -él, como tantos otros señores de diferentes nacionalidades latinas a quienes no los frenan los dolores ni el cansancio del día de trabajo.
Okey, pero a la mañana pasa otra cosa.
Antes de las 10 llega Yanina Volpe, la entrenadora porteña que aterrizó hace poco más de un año junto con su esposo y su hija, Camila, buscando un futuro mejor para la pequeña.
Va preparando el audio para la clase, coloca conos, bandas elásticas, diagrama ejercicios. Su emprendimiento se llama Mamá Fitness.
“Me costó mucho poder mostrar cuál es el concepto y encontrar una comunidad en la que hubiera ganas de entrenar y divertirnos, saliendo del estereotipo que busca sólo estética, y pensando más en sentirnos bien”, explica.
Mientras charlamos, llegan Nazareth y María Stessens, marplatenses, también emprendedoras.
Una comunidad donde hay lugar para todos
De 10 a 12 en La Canchita Soccer Field and Training Center las ‘mamás fitness’ hacen gimnasia, bailan, se ríen. Son 12 mujeres cuyos esposos y/o hijos, de las 4 de la tarde hasta la medianoche, juegan al fútbol en ese mismo espacio.
Nazareth recuerda “empezamos con mi hermana en plena pandemia, como una forma de hacer algo en ese momento tan particular… la primera publicación en Instagram fue en noviembre del 2020. Ofrecíamos velas y jabones artesanales”.
De a poco fueron mostrando sus productos en ferias de artesanos. Un año más tarde vieron que el negocio crecía y decidieron dedicarse a Gypsophila a tiempo completo. Las ferias las llevaron a lugares cada vez más lejanos “y entonces montamos nuestro sitio web, para poder vender en forma completamente remota”.
Hoy ofrecen una gama muy amplia de productos de aromaterapia, incluyendo esencias, sales de baño y champú, todo a base de ingredientes naturales.
María había venido a Doral antes que su hermana. Emigró en los ’90: primero a Nueva York, por trabajo, pero después eligió esta ciudad que antes de 2000 era un pequeño poblado al oeste, dentro del Condado de Miami, cerca del aeropuerto.
A Nazareth, en cambio, lo que la trajo fue la inseguridad que vivió durante la crisis del 2001. “Yo trabajaba en un supermercado muy grande en Córdoba -donde estudió y conoció a su esposo- y hubo un saqueo con toma de rehenes. No me agarraron porque había pedido cambio de turno, pero sentí que era el límite y lo hablé con mi esposo. Al mes estábamos en Doral, con mi hijo de dos años” recuerda.
Ahora bien. Mientras que Nazareth y María son parte de una familia argentina que, casi en su totalidad, emigró a Estados Unidos, la entrenadora describe una situación más dura en términos de inmigración.
“Nosotros vinimos, en parte, apostando porque mi esposo tenía clientes acá en Miami, pero también porque vimos que las cosas no mejoraban en Argentina, y viviendo en el conurbano, mi hija crecía de una manera que no nos convencía para nada (…) pero no teníamos familiares ni amigos acá. Vendimos todo y vinimos con poca plata, Miami se puso caro, así que el sacrificio que hacemos es enorme” explica antes de ir a entrenar a una pareja y luego cuidar un bebé.
La inseguridad que mencionan ellas es, también, lo que destaca Carolina Botto, otra mamá argentina cuya vida social gira, en buena medida, alrededor de la pelota que rueda en Doral y va dando vida a la comunidad emprendedora.
“Uno se reinventa. Si bien nosotros con mi marido teníamos más fácil la cuestión de papeles -él es químico y la empresa para la que trabaja le ofreció un puesto en Estados Unidos- dejás todo atrás… acá empecé con Dskin Studio ofreciendo tratamientos estéticos y cuidado de la piel” cuenta la licenciada en Turismo de la Universidad de Morón.
La forma y el contexto en que tuvo a su primer hijo excede cualquier calificativo: engendrado en Estados Unidos, vuelven para tenerlo en Argentina en el 2000. Traen dinero y lo ponen en el banco. Nace Thomas – así, en inglés, por el lugar donde lo imaginaron- y dos meses después los agarra el corralito. El nobel papá había conseguido un empleo que duró días. A fines de 2001 se preguntaban por qué le erraron tanto.
Hoy ella trabaja en el Exel Spa de Doral, un centro de estética que brinda el espacio para que Carolina, tanto como otras profesionales del ramo, ofrezcan sus servicios.
Las historias se suceden y escucho denominadores comunes, tales como la educación y la propuesta familiar de esta ciudad en la que el 85% de la población habla español. Se calcula que en Doral hay alrededor de 80 mil personas, y el aluvión inmigratorio de los últimos años (especialmente venezolanos) hace que el crecimiento sea vertiginoso.
En ese contexto, las familias argentinas que eligen Doral se las ingenian para emigrar y progresar.
Majo, es decir, María José Martínez, es un buen ejemplo de creatividad argentina.
Ella le compró el salón de uñas Jasmine Nails & Spa a su hermana, que ya vivía en Doral hacía 10 años. De esa manera, en términos inmigratorios, pudo justificar su trabajo y permanencia en Estados Unidos al obtener una Visa L como inversora.
“El salón tiene 5 años, pero hace sólo dos que yo lo administro. Tiene 12 manicuristas y cuartos para hacer pestañas. La verdad es que nuestro proyecto principal era poder venir y establecernos, así que vimos este negocio como oportunidad para concretar el plan. Hoy, sin embargo, rinde económicamente y es mi fuente de ingresos” apunta ella, mamá de 3 chicos, el mayor de los cuales juega todas las semanas en La Canchita.
Majo, su esposo y sus hijos emigraron desde Río Negro. A ella le iba bien como docente, y a él también le redituaba su distribuidora, pero el rumbo del país no los convencía.
Andrea Gamarra y Andrés Pardo Campos, ella de Vicente López y él de Belgrano, resolvieron no volver a Argentina cuando Andrés era Director Regional de Marketing de Clorox -gigante multinacional de la limpieza- en Miami.
Con dos varones en la primaria, que aman la pelota, Doral les resultó “una ciudad con muy buen nivel educativo, vida familiar y mucho espacio verde” en palabras del ex corporativo que se volvió un emprendedor tirando del carro a brazo partido con su esposa.
Es que con el auge argentino de la mano de Messi y el fútbol, los latinos de esta parte del mundo comienzan a saber que nuestra gastronomía es muy buena. Así nació The Cooking Quarters, que empezó con Andrea cocinando manjares argentinos en casa y hoy tiene casi 400 clientes en todo el sur de Florida, y una fábrica en la que los empleados preparan recetas caseras para el freezer.
Ellos, además, comparten el espíritu emprendedor y la pasión futbolera de Jorge, con quien se asociaron en La Canchita, donde administran el buffet y organizan eventos para niños.
Pero ¿por qué Doral?
Norberto Spángaro es nuestro interlocutor más longevo. Retirado del Citibank, Dirige MIArgentina, una empresa que produce espectáculos artísticos y promueve la cultura de nuestro país en Miami. Vive en Doral desde antes de que fuera ciudad y participó de su fundación.
“Es increíble que hace 60 años esto era un pantano -observa Spángaro. Luego llegaron algunos jugadores de golf, y crearon barrios alrededor de canchas del deporte que querían jugar. Entonces Doral quedó cerca del aeropuerto, y muy bien conectada con todo el Sur de la Florida. Al Este están los galpones en los que desde el puerto y el aeropuerto se almacena la importación y exportación. De hecho por la ampliación del Canal de Panamá recalan aquí los barcos de China”.
Siguiendo a Spángaro, en definitiva la potencia económica de la zona se nutre, originalmente, del comercio internacional. Pero en sus inicios el primer alcalde, Juan Carlos Bermúdez, trabajó con asesores en el diseño urbano de uso mixto, pensando que hubiera proximidad entre las áreas residencial, comercial y de gobierno. Así, Doral recibió en las dos décadas que lleva este siglo, inmigrantes que en su mayoría se fueron de Venezuela, Colombia, Cuba y Argentina y encontraron una ciudad equilibrada entre edificios y casas, zonificación pero cercanía, y autoridades sin vicios.
“Del 2010 para acá son familias de las clases medias, y es interesante que no buscan empleo, sino que mayormente vienen a emprender. Tienen oficios, profesiones independientes, y eligen las escuelas nuevas que la ciudad ofrece, y sus parques públicos, además de que hasta no hace mucho los precios para comprar o rentar viviendas eran más accesibles”.
Desde la crisis sanitaria, Miami y sus alrededores sufrieron inflación, pero el crecimiento económico ha sido también muy potente, como resultado de la migración interna y externa.
En ese contexto, los argentinos que se asientan en Doral son nuevos inmigrantes, vienen con menos que los de Key Biscayne o Aventura, pero se las arreglan.
Todos, sin excepción, conjeturan que en Argentina no hubieran podido tener el mismo ritmo de crecimiento que lograron en Doral, más allá de lo que se sufre al emigrar.
“Vienen y ven que las cosas funcionan, y que el estilo de vida tiene lo bueno del latino, que valora la vida familiar, es sociable, amistoso, pero quiere tranquilidad, estabilidad y un futuro… y salen adelante” sentencia Spángaro y sonríe, café de por medio.
Es cierto. Pero además, para que la dinámica del desarrollo emprendedor y comunitario se consolide, hace falta un punto de encuentro, un lugar donde generar sentido de pertenencia y lazos más allá de lo económico.
Esa es la grandeza de La Canchita, donde a lo largo del día se encuentran padres, madres nenas y varones que comparten el deporte, la merienda argentina, los deberes y las charlas.
Se escuchan y se ayudan unos a otros y, en esa red de contención, toda idea tiene más chances de hacerse realidad.