El sargento de la policía de Río Negro, Nicolás Venegas, no brindó certezas pero sí abrió el camino para despejar las dudas y concluir con que el hombre que aparece vestido de negro en las cámaras de seguridad, en inmediaciones al complejo donde vivía Agustina Fernández, es Pablo Parra.
Tal vez uno de los testimonios más importantes de la quinta jornada del juicio que se le sigue a Parra por el crimen de Agustina Fernández y por el cual podría ser condenado a una pena de prisión perpetua, fue el del perito de la rionegrina quien cuenta con 12 años de experiencia y ha participado en hechos policiales relevantes en toda la zona.
Comenzó explicando que llevó adelante el análisis de más de 500 horas de grabación de las distintas cámara de seguridad. También abordó las pericias del automóvil de Parra -Hyundai Elantra del cual hay sólo dos modelos en la zona- del cual hizo el seguimiento en las horas donde se estima que fue asesinada la joven pampeana de 19 años.
Venegas puso su análisis en la persona «de negro» que aparece en las inmediaciones del complejo y llegó a la conclusión de que efectivamente se trataba de Pablo Parra. «Puedo decir que es Pablo Parra pero no confirmarlo porque hago trabajo de campo, no soy perito», sostuvo y aclaró que se basó en su trabajo, en el vehículo, en la cronología de los hechos y en los horarios en los que se movió el único imputado.
El investigador sostuvo por las luces (tipo rombo), el techo y el modelo, no hay duda que no sea Parra el que circulaba en ese auto y también generó sospechas el recorrido que realizó esa noche ya que en teoría iba a la casa de sus padres pero no utilizó el recorrido más corto.
El defensor de Parra, el abogado Juan Manuel Coto, pidió precisiones no sólo sobre el rostro, el cambio de ropas que pudieran ayudar a identificar a su cliente en el lugar cercano al complejo donde fue ultimada Agustina a lo que el policía reiteró que no tenía ese tipo de certezas pero no dudó en asegurar que se trataba del imputado.
“¡Pará, pará!”, el desesperado grito de auxilio que nadie atendió
Entre el tambor del lavarropas que giraba en automático y el volumen de la televisión, se escuchó un golpazo en el complejo de departamentos. Como si una maza de hubiera caído al piso y en medio del traqueteo del programa de lavado, un grito se filtró entre las paredes: ¡Pará, pará!, alcanzó a oír. Pero cuando detuvo el lavarropas y bajó la música que sonaba en su televisor, ya nadie gritaba y los golpes habían desaparecido.
Ricardo Espinoza vivía en el mismo complejo que habitaba Agustina Fernández y fue quien describió lo que sintió desde su departamento en el horario en el que ocurrió el salvaje ataque que terminó con la vida de la joven estudiante. Después de declarar y contar en detalle los ruidos que escuchó, entre el lavarropas y la tele, lanzó ante el Tribunal: “Hoy me digo ¿por qué no abrí la ventana?”. Nadie, absolutamente nadie en el complejo habitacional, imaginó que los golpes y algunos gritos eran nada más y nada menos que el pedido desesperado de auxilio de una joven que estaba siento asesinada con toda furia de un criminal.
Sin escuchar más nada que lo hiciera sospechar, se fue a comprar y volvió alrededor de las 22:30. Familiares y amigos, antes de que regresara, le consultaban si estaba en el lugar y le informaron del robo. La noticia del ataque ya era pública. Espinoza se encontró con la administradora del complejo y Parra en el lugar, le contaron la versión que dio el ahora acusado por el femicidio y él los invitó a tomar un café. Sobre Agustina, Parra le dijo a Espinoza: “Ojalá se recupere, así puede decir si vio a quién entró a robar“.
Fue en el mismo horario, alrededor de las 19:34 de esa tarde cargada de violencia y muerte, cuando otra vecina del complejo, Daiana Morales, también oyó un grito que pasó inadvertido. Morales, que vivía en el complejo por ese entonces, declaró por Zoom desde España.
Dijo que conocía a Parra como vecino. Nunca había tenido con él ningún inconveniente, compartían internet. Con Agustina tenía poco trato. Una vez Parra le hizo un comentario desagradable: “viste el bomboncito que me estoy comiendo”, le manifestó, y miró al departamento Agustina. “Me dio asco, porque se refería así a una persona”, afirmó. La tarde del crimen, a la hora señalada en la que Espinoza escuchó algo así como un mazazo y un ¡pará, pará!, Daiana sintió otro grito: el de una mujer que exclamó “hijo de puta”. Fue ese grito y nada más.
La policía que se quebró al recordar la escena del crimen
Mariana Huircal, una policía con 14 años de carrera fue la primera persona en asistir a Agustina. Declaró este jueves en el juicio por el femicidio de Agustina y contó que llegó cuatro minutos después del llamado a la Comisaría 24. Un vecino “exaltado” les hacía señas mientras buscaban el complejo y la condujo al departamento. En el interior estaba Parra.
En el llamado a la comisaría afirmaron que había una mujer muerta, pero le tomó el pulso y notó que estaba viva. Le gritó a su compañero para que pidiese una ambulancia urgente, “QRQ” en el código que utilizan los policías.
Consultada sobre la escena, se quebró al recordar la imagen. Aseguró que la joven estaba desfigurada por los golpes.