La gente anda diciendo

La gente anda diciendo que mientras el país llora la partida de su Papa más querido, el gobierno sigue mostrando su rostro más frío y distante. El fallecimiento del Papa Francisco conmovió al mundo entero. En Argentina, su tierra natal, se decretaron siete días de duelo nacional. Sin embargo, el presidente Javier Milei, quien en […]

La gente anda diciendo que mientras el país llora la partida de su Papa más querido, el gobierno sigue mostrando su rostro más frío y distante.

El fallecimiento del Papa Francisco conmovió al mundo entero. En Argentina, su tierra natal, se decretaron siete días de duelo nacional. Sin embargo, el presidente Javier Milei, quien en el pasado lo había insultado gravemente, viajó al Vaticano con una comitiva oficial para asistir al funeral. Lo llamativo es que llegó tarde y no pudo ingresar a la ceremonia. Mientras tanto, su comitiva aprovechó el viaje para reuniones y actividades que poco tenían que ver con el homenaje al Pontífice. Todo esto, claro, a costa del erario público.

Muchos comentan que este desinterés y falta de respeto no sorprenden, viniendo de un gobierno que prioriza sus propias agendas por sobre las necesidades del pueblo.

En el ámbito económico, el malestar sigue creciendo. A pesar de la estabilidad del dólar, los precios en los supermercados no dejan de subir. Los salarios pierden poder adquisitivo y la inflación golpea con fuerza a los sectores más vulnerables. Las políticas de ajuste y desregulación económica implementadas por el gobierno han generado protestas en todo el país.

Se escucha en la calle que mientras nos venden un discurso de libertad y prosperidad, la heladera está cada vez más vacía y los bolsillos más flacos. Que no hay relato que tape la angustia de ver cómo el sueldo se evapora antes de llegar a fin de mes.

En este contexto, la figura del Papa Francisco se agiganta. Su legado de humildad, justicia social y compromiso con los más pobres contrasta fuertemente con la frialdad y el desinterés del actual gobierno. Su partida deja un vacío difícil de llenar, pero también una guía clara sobre el camino que debemos seguir como sociedad.

La gente anda diciendo que Francisco nos dejó su ejemplo, pero que acá abajo hacen falta gestos reales de grandeza y compromiso, no discursos vacíos ni viajes de ocasión.

Y mientras algunos gobiernan de espaldas al pueblo, el verdadero legado sigue latiendo en las calles, en la memoria de quienes todavía creen en un país más justo.