La gente anda diciendo que el fallo de la Corte Suprema fue una bofetada a la democracia: Cristina Fernández de Kirchner empieza a cumplir seis años de prisión domiciliaria y queda inhabilitada de por vida por corrupción en la causa Vialidad, tras confirmarse su condena. Dicen que no es justicia, es persecución política, una operación diseñada por los poderes mediático, financiero y judicial, para dejar afuera a quien nunca se arrodilló.
También comentan que Cristina no entregó su voz al silencio, sino todo lo contrario: desde su balcón, saludando a multitudes que corean “Vamos a volver” y toman las calles –aunque el Gobierno respondió con cercos, tobillera electrónica y amenazas de clausura de su balcón. Se escucha que esas imágenes movilizantes la arrancan del olvido político y la transforman en símbolo de resistencia.
Dicen que el peronismo se rearma: Miles marcharon en Plaza de Mayo (banderazo) respaldando a Cristina y rechazando la proscripción hacia toda la dirigencia oficialista, replicándose en La Rioja, Mendoza y otras provincias. Los gobernadores kirchneristas se organizan, la Justicia laboral sigue frenando decretos y la CGT vuelve a sonar con reclamos.
Mientras tanto, el Gobierno de Javier Milei trata de mostrarse desafiante, haciendo magia legislativa: bajó la edad para tenencia de armas, autoriza que la Policía actúe sin orden judicial y promueve la campaña electoral en La Plata, fingiendo normalidad.
Se escucha que desde Europa, Milei repite su repertorio: respaldó a Netanyahu en su ofensiva contra Irán, se paseó con Meloni y fue recibido por el nuevo Papa León XIV, con un acuerdo energético entre YPF y Eni bajo el brazo. Dicen que cortó lazos con la vicepresidenta Villarruel, desecha saludos y busca borrar a Macri en su legajo.
También comentan que, en medio de esta pulseada nacional, la crisis sanitaria no afloja: 34 muertos por fentanilo contaminado en La Plata y Santa Fe, mientras ANMAT y los laboratorios siguen operando sin control real .
Se escucha que el plan de espionaje oficial también crece debajo del radar: periodistas, economistas y dirigentes están siendo monitoreados y hackeados, como denunció Hugo Alconada Mon después de revelar el Plan de Inteligencia Nacional.
Dicen que mientras en el Congreso se debaten leyes y en el Banco Central se festeja una inflación mensual de 1,5 %, los hogares sienten otra realidad: el peso sigue débil, el salario real continúa derrapando, y la plaza central late con ollas populares, cacerolas y cruces de calles .
También comentan que mientras Lali arrasó en Vélez y Los Piojos volvieron al escenario, mostrando que la cultura no para, esos símbolos no tapan el cerco político ni alivian el hambre.
Y entre tanto ruido se escucha fuerte:
“No es justicia, es proscripción”, “Cristina no está sola”, repiten desde Comodoro Py hasta Constitución, como si en su arresto domiciliario comenzara una nueva campaña de masas.
Dicen que es hora de ponerse de pie: que una sentencia puede encarcelar cuerpos, pero no espíritus; que sin libertad de prensa, sin salud pública, sin derechos sindicales ni investigación, no hay democracia que valga la pena.
La gente anda diciendo que el poder usa jueces, decretos y cercos, pero la calle responde con memoria, canto y dignidad.
Porque donde el poder ve sentencias, el pueblo ve rostros, voces y futuro. Y esos rostros, hoy como siempre, siguen decididos a regresar.