La gente anda diciendo que la semana arrancó con una bomba política cuyo estallido resuena hasta hoy: José Luis Espert, el candidato estrella de Milei en Buenos Aires, fue denunciado por recibir 200.000 dólares de Fred Machado, empresario investigado por narcotráfico. El oficialismo trató de contener el fuego: Espert defendió que esos fondos fueron “trabajo de consultoría legal legítima.” Pero el daño ya está hecho: uno ya no necesita creer en los audios, basta con que todos los medios lo repliquen.
Dicen que lo peor no es solo el vínculo con fondos dudosos, sino la operación política: el propio Espert pidió el sobreseimiento de causas en las que amenazaba con “cárcel o bala” contra dirigentes del FIT-U, y la Cámara Federal porteña le negó ese blindaje judicial. Que en ese expediente haya más ruido que justicia es parte del paquete: amenazas, impunidad y silencio oficial.
Se escucha que el caso Espert golpea a La Libertad Avanza desde adentro: la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, le exigió públicamente que “aclare su situación”, advirtiendo que no se pueden tolerar comportamientos que comprometan la disciplina política. Sí, dentro del propio espacio empezaron a ver que el costo del escándalo ya no es manejable.
Mientras tanto, el escándalo de los contratos en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS) sigue latiendo con fuerza. Los audios de Spagnuolo siguen circulando en redes, aunque censurados en medios “oficiales”; la causa por presuntas coimas en ANDIS ya está judicializada bajo el Juzgado Federal 11 a cargo de Casanello. La palabra “3 %” se ha convertido en sinónimo de vergüenza pública, y no de aporte electoral.
La gente también comenta que la confianza en Milei se desploma: según la Universidad Torcuato Di Tella, la caída acumulada ronda el 13,6 % en los últimos meses. No es solo un dato estadístico: se traduce en votos que vuelan, en espacios donde el oficialismo ya no es bienvenido.
Se dice que la política bonaerense sintió el temblor: los resultados de las recientes elecciones provinciales, la crisis de credibilidad de Espert y la denuncia por corrupción formaron un combo político letal. Las alianzas libertarias crujieron: lo que antes era estrategia de expansión empieza a verse como riesgo de naufragio.
Económicamente no se salva: Argentina anotó un déficit de cuenta corriente de 3.016 millones de dólares en el segundo trimestre de 2025, a pesar de mejoras puntuales en balanza de bienes. El Gobierno insiste en maquillar, pero los desequilibrios crecen —esas cifras no perdonan mentiras.
Y mientras esas tormentas políticas y económicas baten puertas, Milei prepara un nuevo golpe mediático: anunció que volverá pronto a EE. UU. y será recibido por Donald Trump en la Casa Blanca. Un viaje que suena más a escapismo que a diplomacia sustentable. Porque ya sabemos cómo funciona: prometerán dólares frescos, algún guiño financiero, pero siempre a cambio de más concesiones, más entrega, más patria hipotecada. Porque Estados Unidos no da nada gratis, y cada foto sonriente allá significa un pedazo menos de soberanía acá.
Porque cuando un “aliado” ensucia con escándalos, también ensucia al que lo defendía. Y cuando la corrupción entra por la ventana del discurso público, necesita esconderse tras la censura, las amenazas, el silencio oficial.
Dicen que el 3 % no es solo porcentaje, es símbolo de cuánta venalidad y descaro pueden tolerar quienes hoy mandan. Pero esta semana quedó claro quién pierde: no el candidato, sino la credibilidad que pretendía vender.
Y que gobernar no es mirarse al ombligo con alianzas peligrosas ni vuelos diplomáticos; es asumir la verticalidad del Estado, castigar la impunidad y sostener la moral pública. Porque donde el poder juega con fuego, la gente sabe que su voto no es válido si su palabra no vale.