Tuvieron que pasar 17 años para poder ver a la familia Argento sobre un escenario. La emoción de la vuelta y la recepción del público en un hecho teatral que ya es un éxito rotundo
Una hora y media antes de que comience la función, la calle Corrientes al 800 se encuentra colapsada. Una larga fila copa la vereda -y parte de la calle- del Gran Rex entre vendedores ambulantes que vociferan “llavero, bandera y remeras”. La gente consulta los precios, delibera y finalmente compra. El ítem más vendido es, a su vez, el más económico: los llaveritos, un souvenir a 500 pesos. Porque después de todo, la excusa es llevarse un recuerdo del paso por el teatro de Casados con hijos, la sitcom que divirtió a los argentinos dejando un tendal de frases, latiguillos, bailes, canciones y recuerdos. La versión argenta de Los Simpsons, una familia peculiar que, como la extranjera, nos lleva muchas veces a decir con nostalgia: “como en ese capítulo en el que Pepe le dice a Moni…”. Porque se sabe, es difícil olvidar a quienes hicieron reír.
De a poco se abren las puertas y comienza la cuenta regresiva. El público es de lo más diverso: algunos llegan desde distintas partes del país, en auto o en micro. Otros, esperaron mucho por esta noche. La primera tanda de entradas se comenzó a vender a comienzos de 2020 cuando se anunciaba la versión teatral de la ficción para mediados de aquel año pero llegó la pandemia de coronavirus y fraguó todos los planes. Tocó esperar y fue el 5 de enero de 2023 cuando por fin se pudieron sincronizar las actividades de todas las figuras y materializar así el sueño y la ilusión de muchos, tanto arriba como abajo del escenario.
Elenco completo con la emoción a flor de piel al finalizar la función
No era fácil volver a juntar a Guillermo Francella, Florencia Peña, Luisana y Darío Lopilato y Marcelo De Bellis. Con agendas cargadas de proyectos y con la esposa de Michael Bublé a kilómetros de distancia, radicada con su familia en Canadá, debían alinearse los planetas. Existió un guion inicial, la salida abrupta de Erica Rivas y un personaje tan emblemático como María Elena Fuseneco que se despedía para siempre. Pero finalmente, se pudo encarrilar el proyecto y tras la pandemia se sumó Jorgelina Aruzzi -en reemplazo de Rivas-, para darle vida a Azucena, un personaje nuevo pero con un tinte muy similar a la esposa de Dardo Fuseneco.
Ya adentro del teatro, se escuchan palmas y la ansiedad comienza a crecer. Con el telón abierto, se puede palpitar algo de lo que vendrá: la recreación de la casa de los Argento es perfecta, el living donde transcurren casi todas las escenas, la cocina setentosa con la mesa movediza que saca de las casillas a Pepe, la escalera por la que sube y baja Moni cuando le ofrece a su marido un momento íntimo que nunca se concretará, la parrilla del patio lindero a los vecinos. Todo replicado a la perfección.
Aplausos, risas y gritos, todo es alegría en el Gran Rex
El gran ausente es Fatiga, el perro que se ganó su nombre por su actitud en la vida: siempre sereno, disfrutando del descanso, se convirtió en otro protagonista de la historia pero falleció hace algunos años. A su falta también le encontraron una solución: la figura de un perro con las mismas características pero “embalsamado”. ¿Suena raro? Sí, pero con ese humor bizarro de esta familia todo el teatro se termina riendo con la situación.
Ahora sí, comienza a sonar la cortina musical del programa y las palmas se intensifican. El aplauso del público será constante durante toda la función. Si se volviese a usar el recurso del aplausómetro, lo mejor queda para el final. Con el grito de “Coquiiiii” de Paola Argento a su hermano se inaugura la obra y el éxtasis. Cada actor que aparece en escena recibe una ovación, pero todo explota cuando salen Flor Peña y Guillermo Francella. “Hermosa mañana, ¿verdad?”, dice el hincha de Racing y ahí sí, son minutos de aplausos, gritos y emoción. En varias oportunidades el amor del público no se la hace fácil para seguir con la letra, hasta que por fin el actor abraza al aire como si lo quisiera hacer con cada una de las más de 3000 personas que ocupan sus butacas.
La comunión antes de cada función, 17 años después la magia sigue intacta
Lo mismo sucede un rato después cuando Peña despliega todo su histrionismo y mete en pocos minutos todos sus hits que durante estos años se hicieron virales y challenges en TikTok. “Cumbia, cumbia”, entona envuelta en unas calzas de animal print haciendo todas sus gracias. Y claro, el público lo agradece y lo festeja con un coro multitudinario.
Sobre el final algunas lágrimas. No es que la historia dé motivos para llorar -por el contrario, es un sinfín de gags y momentos divertidos- sino que es otra vez una despedida. Para muchos, llegar a ese asiento significó años de espera, kilómetros de viaje, meses de ahorro o varias cuotas en la tarjeta de crédito. El esfuerzo es grande, como también lo es el premio. Cada uno sabrá los motivos de esas lágrimas, como el de una joven de unos veintipico de años que le confiesa a una amiga al bajar el telón: “lo mirábamos con mi papá que se sentaba en el sillón y se reía sin parar. Y él ya no está”. Memoria emotiva, risa asegurada y sketchs ya probados dan como resultado un éxito imbatible, de esos que suceden pocas veces en la vida y son inolvidables. Como ellos, como la familia argentina que más nos representa.