El presidente ruso, Vladimir Putin, y su par francés, Emmanuel Macron, acordaron ayer el envío en breve de una misión de inspección de la ONU a la central nuclear ucraniana de Zaporiyia, blanco de bombardeos que rusos y ucranianos se imputan mutuamente.
En una conversación telefónica, Putin y Macron abogaron por el envío “lo más pronto posible” de una misión de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) que preside el argentino Rafael Grossi a esa planta del sur de Ucrania, ocupada por las tropas rusas desde marzo, a fin de “evaluar la situación real en el terreno”, indicó el Kremlin.
Putin achacó a militares ucranianos “el bombardeo sistemático del territorio de Zaporiyia”, que “crea el riesgo de una catástrofe de gran magnitud”, añadió la presidencia rusa en un comunicado.
Ucrania asegura que Rusia almacena armas pesadas en la planta y que desde allí bombardea posiciones ucranianas, lo que Rusia niega.
Por otra parte, Putin aceptó que la misión de inspección pase por Ucrania, “respetando la soberanía” ucraniana, indicó el Palacio del Elíseo.
La situación en Zaporiyia causa preocupación mundial. El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, instó a la Naciones Unidas a garantizar la seguridad del sitio, tras recibir el jueves al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan y al secretario general de la ONU, António Guterres, en Leópolis, en el oeste del país.
El presidente turco se declaró “preocupado” ante el peligro de “otro Chernobyl”, en referencia al accidente de esa central ucraniana en 1986, el peor de la historia nuclear civil. Y António Guterres afirmó que cualquier daño infligido a la planta sería un “suicidio”.
“Desastre”. Ayer, Guterres pidió que Rusia se abstuviera de cortar el suministro de Zaporiyia a la red eléctrica de Ucrania, haciéndose eco de los temores expresados por el operador de las centrales ucranianas, Energoatom. El corte del suministro privaría de electricidad a cuatro millones de hogares ucranianos. “Por supuesto, la electricidad de Zaporiyia es ucraniana”, dijo Guterres en la ciudad portuaria de Odesa. “Naturalmente, su energía debe ser utilizada por el pueblo ucraniano”, declaró más tarde a la AFP.
“Trabas”. La visita de Guterres a Odesa se da en el marco de las negociaciones para conseguir una “intensificación” de las exportaciones de cereales de los dos países beligerantes, esencial para aliviar el riesgo de crisis alimentaria mundial.
Hasta el acuerdo alcanzado el mes pasado entre Kiev y Moscú, con mediación de Turquía y patrocinio de la ONU, las exportaciones ucranianas estaban bloqueadas por la presencia de buques de guerra rusos y de minas colocadas por Kiev para defender su costa en el mar Negro.
Durante su conversación telefónica con Macron, Putin se quejó de la persistencia de “trabas” a las exportaciones agrícolas rusas, pese a ese acuerdo, informó el Kremlin. Una queja que fue rechazada por Francia.
Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA), 345 millones de personas en 82 países enfrentan una inseguridad alimentaria aguda –una cifra récord y unos cincuenta millones en 45 países corren el riesgo de morir de hambre, si no reciben ayuda humanitaria.
Bombardeos en el este. En el terreno, Rusia siguió bombardeando la región de Donetsk, en el este de Ucrania, una zona parcialmente controlada por rebeldes prorrousos desde 2014.
El dirigente ucraniano de la región, Pavlo Kyrylenko, informó en redes sociales que esos ataques dejaron cinco muertos y más de diez heridos en las últimas 24 horas.
Rusia pretendía al inicio de la invasión tomar Kiev rápidamente, pero se topó con una férrea resistencia ucraniana, que recibió un fuerte apoyo financiero y militar occidental.