El director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), el argentino Rafael Grossi, afirmó este miércoles que no cree probable “un ataque directo de Rusia a una central nuclear en Ucrania”, pero advirtió que la situación es “crítica” porque no puede descartarse un accidente atómico y porque el conflicto ruso-ucraniano pone en riesgo el régimen de no proliferación de ese tipo de armamento.
“Estamos en un momento crítico de la escena internacional”, sostuvo el diplomático este mediodía, en una conferencia que dio desde Viena, donde tiene su sede el OIEA, para la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, a través de la plataforma Zoom.
Grossi dijo que “la posibilidad de un accidente nuclear” en territorio de Ucrania, que tiene seis centrales atómicas con 15 reactores en total, “podría darse por distintas razones y hubo en los últimos días algunos ejemplos que hicieron bastante concretas a estas hipótesis”.
“No son escenarios teóricos sino muy posibles; estamos en una situación sumamente grave, en la cual estamos viendo frente a nuestros ojos, uno tras otro, episodios que afectan la seguridad”, remarcó.
Los dos mayores riesgos están radicados en las centrales de Chernobil -donde no hay reactores activos pero todavía están desmantelándose los que sufrieron en 1986 el peor accidente de la historia- y Zaporiyia, la más grande de Europa, con seis reactores.
Recordó que en Chernobil “se vio interrumpido el suministro eléctrico” porque “cayó una de las líneas de alta tensión que alimentan la planta”.
Explicó que en ese caso “el peligro está dado por el hecho de que sin alimentación eléctrica, el sistema de refrigeración de las piletas donde se encuentra el combustible de la planta y parte de lo que se rescató del reactor golpeado (en 1986) carecerían del enfriamiento necesario y podría producirse un accidente”.
Subrayó que allí el OIEA “está prestando asistencia en una tarea que es muy difícil, de desmantelamiento y de tratamiento de los restos aún altamente radiactivos que se sitúan en el núcleo de aquel golpeado reactor 4, el que está bajo el famoso sarcófago”.
La central de Chernobil fue tomada por las fuerzas rusas “muy rápido luego del inicio de la campaña” de invasión a Ucrania, que desde entonces controlan los accesos a la planta aunque no ingresaron en ella, según Grossi.
“En mis conversaciones con funcionarios rusos les pregunté la razón y ellos adujeron que contaban con información de inteligencia según la cual podía haber un acto de sabotaje de Ucrania y querían evitarlo”, reveló.
En tanto, “otro hecho muy inquietante” fue el que ocurrió en la noche del 3 de este mes en la central de Zaporiyia, que tiene “seis reactores uno al lado del otro a lo largo de un kilómetro”, donde “se produjo un intercambio de fuego entre una patrulla rusa que estaba vigilando el sitio y alguien”, y que “generó un incendio posterior”.
El diplomático agregó que en Zaporiyia se registró “la caída de dos de las cinco líneas de electricidad”, incidente al que definió como “quizás más inquietante” que el del incendio.
Justificó esa aseveración en que “allí sí, si hubiese una interrupción de la refrigeración, podríamos estar teóricamente en un escenario de derretimiento de los reactores, como ocurrió en Chernobil (en 1986) y en Fukushima (Japón, en 2011)”.
Asimismo, dijo que otro factor que puede afectar la seguridad en Zaporiyia y Chernobil es la situación del personal, al que los rusos permitieron salir solo después de varios días en el primer caso y aún no lo hicieron desde el 24 de febrero en el segundo.
“Está la misma gente desde el 24 de febrero; no es que estén trabajando las 24 horas, comen, duermen y descansan, pero es una situación de absoluta anormalidad, la presión psicológica es muy grande y la posibilidad de equivocarse es muy grande”, señaló.
Grossi destacó que el OIEA está “dando asesoramiento activo de manera constante” a través de “un centro de emergencias con 50 técnicos, entre ellos 15 que hablan ucraniano, que están en contacto directo con todas las plantas, con el organismo regulador local y con las empresas operadoras”.
Indicó que la planta de Zaporiyia es operada por la empresa ucraniana Energoatom, “que estaba siendo adquirida por (la gigante estadounidense) Westinghouse, dada la vocación de Ucrania de occidentalizar su economía”.
“Hacemos un informe diario sobre la situación, que toma varias horas” porque “cuando hay una guerra, la primera víctima es la verdad” y mientras “la parte ucraniana muchas veces describe las situaciones con extrema gravedad, los rusos dicen ‘acá no pasa nada’”, describió.
En ese contexto, “el único punto de referencia objetivo que tiene la comunidad internacional es el OIEA, porque es el único que habla con todos y evalúa la potencial gravedad de lo que está pasando”, aseguró.
“De ese modo pudimos distinguir cuál es el riesgo real y cuál no”, remarcó.
Grossi dijo además sigue “negociando” un acuerdo que le propuso a los cancilleres ucraniano y ruso, Dmitri Kuleba y Serguei Lavrov, con quienes conversó la semana pasada en Turquía, y que espera “sea aceptado por ambas partes”, aunque no dio detalles al respecto.
Sostuvo que para ello cuenta con “apoyo de la comunidad internacional”, de la cual destacó el “gran respaldo” del presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien convenció a los mandatarios de Ucrania y Rusia, Volodimir Zelenski y Vladimir Putin, de que la iniciativa del OIEA es “una propuesta útil”.
“Estoy en condiciones de desplazarme a Ucrania cuando sea necesario para firmar” ese entendimiento, subrayó.
Grossi opinó que “la inmediata reacción favorable a las iniciativas del OIEA” en la comunidad internacional se debe a la “percepción muy clara” de que este conflicto “va a dejar muchas cicatrices, y quizás el régimen de no proliferación de armas nucleares sufra por eso”.
“Hay muchos que se lo están preguntando, ha habido declaraciones muy abiertas de jefes de Estado de países importantes que no tienen armas nucleares que dijeron que por qué no deberían tenerlas, y aquello de lo que no se hablaba se empieza a hablar”, alertó.
Añadió que cuando “todos esos espectros vuelven a aparecer” después de “unas cuantas décadas de bastante confort” en ese sentido, “mantener incólume el régimen de no proliferación deviene una prioridad absoluta” y “se trata de que el genio no salga de la botella, si es que no salió ya”.