Cristian Manuel Santillán exhibió y le apoyó un arma de fuego a un cadete que circulaba en una moto, le sustrajo 5.000 pesos y un celular y se escapó a pie. El episodio ocurrió el día de la primavera del año pasado, en plena tarde, y por ese hecho su autor fue condenado hoy a tres años y seis meses de prisión.
La sentencia fue firmada por el juez de audiencia santarroseño, Gastón Boulenaz, luego de la realización del juicio oral. El magistrado encuadró esa conducta en el delito de robo calificado por el uso de arma de fuego, cuya aptitud para el disparo no pudo ser acreditada y mantuvo la condición de reincidente del acusado. También ordenó la mantención de la prisión preventiva hasta que el fallo quede firme y la devolución de 4.000 pesos al damnificado.
Como Santillán había sido juzgado por un segundo hecho –del que resultó absuelto por el beneficio de la duda–, la fiscalía Leticia Pordomingo había solicitado una pena de seis años de prisión; mientras que la defensora oficial, Mariel Annecchini, había alegado por la pena mínima por el delito de robo simple en grado de tentativa –usó otra calificación legal– y la absolución en el segundo legajo.
“Quedó suficientemente acreditada la materialidad del hecho mediante la confesión del imputado y la prueba de cargo rendida en el debate, todo lo que confirmó las circunstancias de tiempo, modo y lugar descriptas por el Ministerio Público Fiscal –sostuvo Boulenaz–. Se desprende de las pruebas que operó un escaso tiempo entre la comisión del hecho y la aprehensión de Santillán, habiendo resultado determinante el rápido accionar de la víctima y sus compañeros para su detención. ¿Por qué? Porque ellos fueron quienes lograron divisar al imputado cuando ingresó a la vivienda de una mujer (ubicada a pocos metros), de modo que al arribo del personal policial al lugar le anoticiaron que el autor del hecho estaba dentro de ella”.
¿Qué fue lo que pasó? El cadete asaltado le había a su empleador y él y varios de sus compañeros fueron a auxiliarlo y pudieron observar a Santillán entrando a ese domicilio. De hecho, cuando fue detenido tenía en su poder 3.000 pesos y un celular. A su vez, la mujer declaró que le había dado otros mil pesos para comprar cervezas.
Con respecto al segundo hecho, la fiscalía acusó a Santillán de hurto simple porque de un jardín de infantes sustrajeron un proyector sin ejercer fuerza ni violencia y para ello se basó en que allí se encontró una huella dactilar parcial del acusado.
“La prueba de cargo no resultó de carácter categórica y determinante para tener por acreditado que quien dejó impresa la huella fue la misma persona que ingresó a la institución educativa y se apoderó del bien (…) El plano externo de la puerta de ingreso naturalmente se encuentra al alcance de cualquier persona, por lo que existe una duda más que razonable respecto de la autoría del ilícito. No existen otras pruebas –filmaciones, testigos directos o indirectos, etc.– que permitan arrojar certeza del autor del hecho”, indicó el juez para dictar la absolución por el beneficio de la duda.