Murió Héctor Vergez, uno de los símbolos del terrorismo de Estado

Héctor Pedro Vergez, exmilitar pampeano condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad, fue hallado muerto en su celda del Complejo Penitenciario de Bouwer. Tenía 81 años y purgaba su condena por su rol como uno de los principales responsables del centro clandestino de detención La Perla, en Córdoba, durante la última dictadura cívico-militar. […]

Héctor Pedro Vergez, exmilitar pampeano condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad, fue hallado muerto en su celda del Complejo Penitenciario de Bouwer. Tenía 81 años y purgaba su condena por su rol como uno de los principales responsables del centro clandestino de detención La Perla, en Córdoba, durante la última dictadura cívico-militar.

Vergez fue sentenciado en 2016 en el marco de la megacausa “La Perla-La Ribera”, que documentó violaciones sistemáticas a los derechos humanos, secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones forzadas ocurridas durante el terrorismo de Estado. Nacido en la localidad pampeana de Victorica, su figura se convirtió en sinónimo del horror ejecutado desde el aparato represivo.

“La Perla fue mi obra”

Según reconstruyó el periodista Ricardo Ragendorfer en Tiempo Argentino, Vergez mantuvo una vida pública sin mayores sobresaltos durante las décadas posteriores a la recuperación democrática, hasta que en 2011 comenzó a ser juzgado por múltiples delitos. “La Perla fue mi hija, mi obra. Yo la hice”, llegó a confesar durante una entrevista en 2004, revelando así su relación directa con uno de los centros clandestinos más brutales del país.

Apodado “Gastón” o “Vargas” por sus subordinados, su trayectoria en la represión estatal se había iniciado incluso antes del golpe del ’76. Integró el Comando Libertadores de América, brazo cordobés de la organización parapolicial Triple A, y se le atribuyen atentados y asesinatos ocurridos durante 1975, incluyendo el de estudiantes bolivianos, la familia Pujadas y la militante Susana Luna, entre otros.

Crímenes impunes y dolor persistente

Uno de los casos más recordados es el de Marcos Osatinsky, referente de las FAR, a quien Vergez habría asesinado brutalmente, arrastrándolo encadenado a un vehículo antes de hacer estallar su cuerpo. A fines de ese mismo año fue designado al frente del penal de Campo de la Ribera, ya reconvertido en centro clandestino.

Tras pasar a retiro en 1979, Vergez alternó tareas como agente encubierto en la ex SIDE con actividades privadas. Fue señalado por participar en la comercialización de bienes saqueados a personas desaparecidas, liderar redes de usura y entablar vínculos con personajes influyentes del poder económico y político durante los años posteriores. Incluso publicó un libro autobiográfico donde intentó blanquear su pasado.

Una herida abierta

Ricardo Di Dío, hermano del desaparecido Oscar Antonio Di Dío, recordó en 2012 que Vergez habría ordenado el asesinato de su familiar en 1977. Oscar tenía solo 25 años cuando fue secuestrado en Buenos Aires. Nunca se encontró su cuerpo.

Vergez murió sin mostrar arrepentimiento, dejando tras de sí una extensa lista de crímenes que forman parte del capítulo más oscuro de la historia argentina. Su figura, lejos de desvanecerse, continuará presente como símbolo del daño irreparable causado por el aparato represivo del Estado.