En diciembre de 2018 la atleta olímpica Jenny Dahlgren denunció en las redes sociales que había sido invitada a una gala del G20 pero no logró encontrar un vestido a su medida: “Salgo a buscar un vestido para la ocasión. Y el vestido más grande no me entra. Mis 120-100-115 están nuevamente fuera de límites. Y yo termino frustrada con todo, llorando en mi auto”, contó la triple campeona sudamericana en lanzamiento de martillo. Su calvario se resolvió a partir de la difusión de su historia, gracias a la buena voluntad de un diseñador Santiago Artemis quien ideó para ella un vestido rojo de una sola manga con un tajo lateral con el que Jenny brilló en el teatro Colón, con un modelo con la misma firma que usan Katy Peery, Britney Spears, Lana del Rey y Xuxa.
Pasados más de tres años y con la Ley de Talles aprobada y reglamentada, la angustia de Jenny se repite diariamente para mujeres, adolescentes y niñas en miles de probadores de todo el país, pero al mismo tiempo avanza una tendencia de emprendedores, la mayoría mujeres, que deciden apostar a la amplitud de talles para ofrecer prendas cómodas y atractivas a las personas, cualquiera sea su medida y, a la vez, para apostar a un nicho del mercado que las grandes marcas suelen dejar de lado, por conveniencia económica o estrategia de marketing.
“Tengo la confirmación porque hay marcas que me lo dijeron en la cara, que no quieren hacer más talles porque su público es otro. Agradezco esa honestidad en vez de la excusa de que es más plata o no venden, me parece más honesto decir que no les quieren vender ropa a ciertas personas. De todas maneras no está bien”, analiza la modelo plus size y activista por la diversidad corporal Brenda Mato.
Fue ella precisamente quién comenzó a motorizar la Feria Diversa, un encuentro que comenzó siendo un showroom de ropa usada en el que Mato y sus amigas buscaban nuevas dueñas para su ropa usada, pero luego empezaron a invitar marcas con el objetivo de que hubiese diversidad de talles.
Al parecer la idea funcionó, porque, según cuenta en cada edición, antes de abrir se forma una cuadra de fila y en una hora se agota la ropa. “Nos dimos cuenta que era un espacio que realmente faltaba. Después comenzó a ser solo de ropa nueva pero con marcas que tuvieran diversidad de talles. Empezaron siendo seis y después 10 y un día fuimos 30 marcas y tuvimos que buscar espacios más grandes como por ejemplo un estacionamiento. Cada vez que lo hacíamos estallaba”, cuenta la modelo, quien reflexiona “es un negocio, un mercado que hace mucha falta y que sea o no sea en un shopping. sirve para mucha gente y le hace muy bien”.
Desde entonces, el evento se repite periódicamente y tiene una cuenta de Instagram donde difunde marcas y ferias bajo el lema “¡Para vos si hay!”. En diciembre concretó un megavevento en el playón del Archivo General de la Nación, en el barrio porteño de Parque Patricios, impulsado por las legisladoras porteñas del Frente de Todos Victoria Montenegro y Laura Velasco, en el que hubo prendas con amplitud de talles (como prefieren nombrarlas las que las usan y las que las producen en lugar de “talles grandes”) pero también charlas sobre la Ley de Talles y la visión de la industria aportada por la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El balance fue más que positivo, según documentaron tanto las organizadoras como las emprendedoras en las redes sociales. “Yo venía viendo que era necesario tener talles grandes. Quizás hace años era casi imposible pero con la reivindicación de los cuerpos, vi el nicho y decidí especializarme” cuenta Nadia Otarola, creadora de ABM Tienda que se presenta en sus redes con una frase precisa: “Nos gusta trabajar para cuerpos no hegemónicos”. Ella comenzó con un local en Villa del Parque al que llegaban familias enteras para surtirse de prendas en las tallas que no conseguían en otros lugares. “Cuando empecé a buscar más variedad no encontraba proveedores porque todo era de mala calidad o en colores oscuros y aburrido y decidí empezar a confeccionar. Hago talles hasta el 66 y elijo modelos y colores juveniles. También telas que no marquen las imperfecciones. Prefiero el algodón al modal y busco que no tenga tanta lycra para que no se adhiera y produzca calor”, describe la emprendedora que empezó hace un año con las ventas online y vio que crecieron rápidamente. La culminación “En la Feria Diversa hubo mucho entusiasmo de la gente. Sucede que los productos que hay en el mercado no responde a la realidad. Son la mayoría 36 cuando la mujer argentina es 48 y más”, analiza la emprendedora quien se define como “chiquita de tamaño” pero capaz de entender lo que es “sentir que el mundo no es para vos”.
En el caso de Marilina Gamboa y Jorgelina Moscardi, los nombres detrás de Hello Bali, una línea de biquinis y mallas que llega hasta el talle 7 adecuado para una cadera de 157 centímetros, además de encontrar un nicho en el mercado pesaron las experiencias personales. “Marilina estaba acostumbrada a acompañar a gente muy querida a comprarse ropa y encontrarse con que todo les quedaba chico y yo siempre tuve talle grande y me costaba muchísimo conseguir ropa en la Argentina. Casi todo mi armario es de afuera, porque tuve la oportunidad de viajar, pero no todo el mundo puede hacerlo”, analiza Moscardi, fotógrafa y emprendedora, quien junto a su socia, diseñadora de indumentaria hace no solo biquinis, sino también mallas y otras prendas deportivas y tiene en carpeta lanzar una línea de ropa que se venden tanto a través de su página web y su Instagram como en su propio showroom. “Las visitas son con turnos y buscamos que las clientas se sientan bien tratadas. Nadie está obligado a probarse las mallas ni a llevárselas, si no se siente cómoda”, dice y revela que además de estar atentas a los modelos internacionales, tienen en cuenta su propia experiencia respecto de lo que es cómodo o le queda bien, y muchas veces suelen consultar a las compradoras antes de lanzar un producto para testearlo. “Hay mucho esfuerzo por parte del diseño en tratar de crear prendas que abracen a estos cuerpos que queremos vestir”, sintetiza con ternura y apunta que la búsqueda no está tanto en los materiales sino en la moldería.
Tanto para las emprendedoras como para las activistas el poder elegir ropa a su gusto y medida no es ninguna frivolidad ni un capricho sino una reivindicación de la individualidad para desterrar la imposición de un cuerpo hegemónico. El sociólogo francés Pierre Bourdieu lo llamó “cuerpo legítimo” y lo definió como “Un producto social, donde lo más natural en apariencia (volumen, talla, peso) es producto del habitus, esto manifiesta su carácter construido”. Señala el autor además que quienes se encuentran en las posiciones privilegiadas dentro del espacio social, son quienes poseen el control sobre los esquemas de clasificación, es decir, el poder.
“Tuve que explicarle a mi hija en un probador que un jean 44 no le cierra porque nadie controla los talles y no porque tiene la panza gorda, que es lo primero que dijo. Su angustia me llevó a las veces que lloré probándome ropa y a las que vomité para que me quede”, tuiteó una usuaria la semana pasada.
“Hay un montón de gente que se está muriendo de calor porque le hicieron creer que no se puede poner un short por la celulitis o ponerse una musculosa porque tiene los brazos gordos o ponerse una malla porque le dijeron que eso no le queda bien”, completa Mato e insiste: “El cambio también debería ser cultural, tenemos que empezar a hablar de diversidad, abrazar la diversidad y la importancia que tiene, no todos los cuerpos son exactamente igual. Tenemos que dejar de pensar que los cuerpos deben adaptarse a la ropa sino al revés”.
En ese sentido Mato aboga por empezar a normalizar la representación de todos los cuerpos. “Porque no vemos personas con discapacidad, porque no vemos otras mujeres con otros tipos de cuerpo. Tenemos que empezar a mostrar más diversidad corporal en las campañas en los medios”.
“Hace unos pocos años el mundo se dio cuenta de que hace falta usar otro tipo de figuras, lo cual está buenísimo porque nos lleva a ver otro tipo de representación”, confirma Moscardi, y asegura que sus clientas no solo se rigen por parámetros estéticos: “además de buscar prendas que les devuelvan una imagen que les guste. Las redes y la difusión que hacen las influencers ayuda muchísimo”.