El debate sobre el deterioro del poder adquisitivo tomó impulso en las últimas horas tras una declaración del actor Ricardo Darín, quien durante una entrevista cuestionó los precios actuales y el impacto de las políticas económicas del Gobierno. “Una docena de empanadas vale $48.000. No entiendo muy bien. Hay mucha gente que la está pasando muy mal”, expresó el reconocido intérprete, protagonista de la serie “El Eternauta”.
Las palabras del actor resonaron fuerte, especialmente en medio del anuncio oficial del llamado “Plan de Reparación Histórica de los Ahorros de los Argentinos”, impulsado por el ministro de Economía, Luis Caputo. “¿De quién están hablando?”, cuestionó Darín, refiriéndose al supuesto ahorro informal en dólares que el Gobierno espera blanquear.
Pero más allá de la controversia mediática, hay cifras que respaldan la preocupación del actor: en los últimos diez años, la cantidad de empanadas que puede comprar un argentino con un salario mínimo cayó a menos de la mitad.
El salario mínimo, en picada frente a las empanadas
Un relevamiento privado basado en datos del Consejo Nacional del Empleo y del IPCBA (Índice de Precios al Consumidor de la Ciudad de Buenos Aires) expone con crudeza el retroceso. En diciembre de 2015, con un salario mínimo de $5.588, se podían comprar unas 38 docenas de empanadas, que entonces costaban alrededor de $145.
Cuatro años después, en octubre de 2019, ese número bajó a 33 docenas. Ya en diciembre de 2023, la cifra había caído a 19, y en abril de 2025, con una docena de empanadas cotizando a $22.010 y un salario mínimo de $308.200, apenas se podían adquirir 14.
Eso significa que un trabajador que percibe el salario mínimo, y que dedica una jornada laboral completa de ocho horas, gana lo suficiente como para comprar poco más de una empanada por hora trabajada. Una señal contundente del desfasaje entre ingresos y precios en la economía argentina.
Una metáfora popular
El precio de la empanada, como producto habitual en la dieta argentina, se convirtió en una especie de termómetro social. Su comparación con el salario revela más que una simple cuenta: evidencia la creciente dificultad para acceder a bienes básicos y populares.
Mientras tanto, el Gobierno insiste en las metas de equilibrio fiscal y blanqueo de divisas como pilares de su estrategia económica. Pero para una gran parte de la población, el ajuste ya se siente en la mesa.