Japeth Williams, apasionado del vino y el whisky, llegó a fines del siglo XIX para buscar proyectos mineros en San Juan. Ahora, sus bisnietos Cristian y Gabriel Williams crearon el primer whisky destilado al pié de la Cordillera, en Mendoza.
A fines del siglo XIX, allá por 1890, la corona británica designó a Japeth Williams para viajar a América del Sur con la misión de hacer un relevamiento del potencial minero de la región. Y fue la provincia argentina de San Juan el punto de partida de esa exploración por estas tierras.
Pero el inquieto súbdito de la corona no se limitó sólo a cumplir con la tarea encomendada. También aprovechó el viaje para desarrollar algunas de sus pasiones, vinculadas con la elaboración de vinos y destilados.
Así fue que en ese largo recorrido en el barco que lo cruzó desde el otro lado del Océano Atlántico trajo consigo un alambique que, sin proponérselo, dio inicio a una singular historia que tuvo sus siguientes pasos en Mendoza hasta llegar a actualidad.
Japeth desarrolló proyectos mineros en territorio sanjuanino y también plantó las primeras vides de la zona. Y con el alambique dio lugar a su hobby de hacer algunos destilados siguiendo las recetas ancestrales de la cultura británica.
El emisario de los reyes se afincó en Argentina, formó familia y tuvo herederos en Mendoza, hijos y nietos, que continuaron y continúan la tradición de los viñedos.
Pero los encargados de recoger la posta de aquel alambique que cruzó el océano en barco fueron los bisnietos de Japeth: Gabriel y Cristian Williams, quienes montaron una destilería en Mendoza y se propusieron crear el primer whisky Single Malt Andino, con el que buscan competir mano a mano en calidad con los clásicos de Escocia y Japón.
Así, los hermanos Williams comenzaron en 2014 otra historia dentro de la historia familiar iniciada por su bisabuelo. En el distrito Las Compuertas, Luján de Cuyo, Mendoza, crearon The Williams Casanegra, un whisky que tiene como diferencial contar con 100% de trazabilidad andina, desde el agua del deshielo hasta la levadura y la cebada, con todos los ingredientes necesarios para lograr un producto único en el mundo.
“La pasión que le ponemos es el gran diferencial de este whisky, además de estar elaborado con los productos más nobles para lograr la calidad que buscamos. Mi padre nos enseñó desde muy chicos a probar el whisky, disfrutar los olores y los sabores, las maltas, el aroma del café. Es algo que se lleva en la sangre. Y en la empresa nos rodeamos de colaboradores que son amigos y comparten la misma pasión que nosotros”, comentó Cristian Williams a Ámbito.
“No basta con hacer algo perfecto, sino ponerle tu impronta, jugársela y ser un poco más osado y tratar de tomar un camino y armar algo diferente. Eso fue lo que mi hermano y yo quisimos hacer con el whisky”, añadió.
En la actualidad, la empresa está alcanzando la madurez de sus primeras barricas de 10 años de edad. “Por una cuestión lógica de tiempos, no podemos competir todavía en antigüedad con otros whiskies, pero sí podemos hacerlo desde la calidad. Por otro lado, no queremos hacer un whisky argentino, ni replicar acá la misma receta que se hace en Escocia. Queremos hacer nuestro propio whisky al pié de los Andes y crear una nueva categoría para competir a nivel mundial”, explicó.
El whisky con el añejamiento más alto del mundo
En la destilería que Cristian y Gabriel Williams (otro hermano, Gastón, vive en Chile) tienen en Valle de Uco, se concentran todos los procesos productivos, desde el malteo, el fermentado y la destilación hasta la maduración y el embotellado.
Vista de la destilería The Williams Casanegra donde se elabora el único whisky single malt con trazabilidad 100% andina en todos sus componentes.
La cebada que utilizan se siembra a una altitud de más de 1.800 metros sobre el nivel del mar, lo que le da características singulares al grano. Luego es procesada en la maltería propia, lo que permite ir probando opciones desde maltas clásicas hasta las ahumadas con diferentes perfiles.
Dentro de la destilería además cuentan con una tonelería donde realizan un meticuloso proceso de reciclado y manejo de barricas, seleccionando el tipo de roble y los niveles de tostado a utilizar.
Pero lo que la empresa destaca como “un elemento crucial” en la elaboración de este whisky es el agua, que proviene del deshielo de glaciares milenarios de la Cordillera de los Andes y aporta un carácter distintivo al producto final.
Las barricas se añejan a 5.000 metros sobre el nivel del mar y de esa forma ofrecen los whiskies con el añejamiento más alto del mundo, entre hielos eternos y condiciones climáticas extremas.
Este entorno climático ofrece una evolución mucho más sutil y pausada debido a la influencia de la altitud en el nivel de oxígeno, las bajísimas temperaturas, la exposición a los rayos UV y la presión atmosférica. Esto se traduce en un whisky notablemente más elegante, destacan.
“Somos una destilería boutique. Y nuestros whiskys son de edición limitada, ya que vamos liberando botellas según cómo evoluciona en la barrica. Puede ir de 250 a 1.000 botellas, según el tipo. Por eso, los vendemos sólo a través de venta directa en nuestra destilería. O por pedidos puntuales que nos llegan. Pero no está en ningún punto de venta”, explicó Emilio Williams.
“Una posibilidad de probarlos y conocerlos es viniendo a visitar la destilería. Vamos a abrir un bar de estilo canadiense, con toque andino, con mucho cuero, madera y hogar a leña para recibir visitantes. Vamos a hacer lo mismo que hacen las bodegas con el turismo, pero sin restaurante, porque el whisky se toma en bares, no en los restaurantes”, concluyó el empresario.