Conocé como un japonés tuvo una idea revolucionaria y no pudo capitalizarlo en dinero ya que no logró patentarlo: los detalles en la nota.
Los inventos tienen el poder de cambiar el curso de la historia de la humanidad. Desde la rueda hasta internet, cada innovación dejó una marca imborrable en la sociedad, mejorando la calidad de vida y transformando la manera en que interactuamos con el mundo. Sin embargo, para que los inventores puedan beneficiarse de sus creaciones y proteger sus derechos, es crucial que los patenten. Las patentes no solo aseguran el reconocimiento del inventor, sino que también protegen su inversión de tiempo y recursos, permitiéndoles obtener los beneficios económicos y de propiedad intelectual que merecen.
A pesar de la importancia de las patentes, hay historias de inventores que, por diversas razones, no lograron patentarlas, perdiendo así la oportunidad de capitalizar sus ideas. Un caso notable es el de Daisuke Inoue, el creador del karaoke, un invento que revolucionó el entretenimiento a nivel mundial. Sin embargo, debido a la falta de recursos y al desconocimiento del proceso, Inoue nunca patentó su invento, lo que le hizo perder una vida que los millones de dólares le podían dar.
Daisuke Inoue, nacido el 10 de mayo de 1940 en Osaka, era hijo de un vendedor de panqueques. Su interés por la música comenzó durante la secundaria, donde se inició tocando la batería, aunque no era especialmente talentoso en ello. Sin embargo, encontró su verdadera pasión al gestionar comercialmente su banda, que ofrecía música de fondo en un club para empresarios que querían subir al escenario.
La historia de la máquina de karaoke, el invento que revolucionó el entretenimiento
Daisuke Inoue solía tocar nagashi, un estilo tradicional de música popular, en un club frecuentado por oficinistas y empresarios. A menudo, los clientes le pedían que tocara canciones para poder cantar con él, aunque no fueran buenos cantantes. Inspirado por uno de estos clientes, quien le solicitó adaptar las canciones a su tonalidad para una fiesta empresarial, Daisuke pensó en grabar las pistas de acompañamiento y proporcionar una cinta, al no poder reunir suficientes músicos para el evento.
Utilizando sus conocimientos en ingeniería eléctrica, Daisuke ensambló la primera máquina de karaoke con la ayuda de un electricista, quien integró un amplificador, un reproductor de cartuchos y un mecanismo para insertar monedas. Así nació el primer dispositivo de karaoke, conocido como “8 Juke“, instalado en un bar de Kobe en 1971.
La popularidad del karaoke se esparció rápidamente, expandiéndose de Kobe a Osaka, Tokio y eventualmente a nivel internacional. El primer bar de karaoke en Estados Unidos abrió en Los Ángeles en 1982, convirtiéndose rápidamente en una sensación mundial. Sin embargo, Daisuke no patentó su invención, ya que pensaba que no podría generar ingresos con ella: “No sabía cómo ganar dinero con ello y no tenía suficiente dinero para solicitar la patente. Además, pensé que siendo una colección de productos prefabricados, no se podía patentar”, expresó tiempo después el inventor.
Lamentablemente por él, en 1975, Roberto del Rosario de Filipinas patentó el sistema de karaoke “Sing Along”.
Qué sucedió con Daisuke Inoue, el inventor del karaoke que no lo patentó
Una vez perdida su oportunidad de patentar su invento, en los años 80 Inoue gestionó una empresa que se dedicaba a licenciar música para máquinas de karaoke de ocho pistas. Ya en los años 90, con estas máquinas en desuso, Inoue orientó su negocio hacia Daiichi Kosho Company, que era la compañía líder en karaoke en esa época. A pesar de generar importantes ingresos como presidente de esta empresa, decidió abandonarla debido a un episodio de depresión.
Aunque Daisuke Inoue no se benefició económicamente de su invención original, fue reconocido por su contribución pionera. En 2004, recibió el Premio Ig Nobel de la Paz por la Universidad de Harvard y fue nombrado uno de los asiáticos más influyentes del siglo XX por la revista Time.
Daisuke continuó construyendo máquinas de karaoke y diversificó su negocio en licencias de música para dispositivos de karaoke. A pesar de no haber ganado mucho dinero inicialmente, su invento transformó su vida y le otorgó gran satisfacción. “Lo que me hace más feliz es escuchar a la gente reír y aplaudir con tanta emoción cuando alguien está cantando karaoke y darme cuenta de que creé algo maravilloso”, expresó con orgullo.
Hoy en día, el karaoke sigue siendo una actividad popular en bares, discotecas e incluso en los hogares, demostrando que su creación sigue siendo relevante y amada por personas de todas las edades.