Los emprendedores suelen creer que necesitan más tiempo, más información o más claridad. Pero ¿y si el verdadero problema fuera el miedo al fracaso?
o escuchamos todo el tiempo: trabaja duro, ve poco a poco, da el primer paso. Pero cuando llega el momento de la verdad, ¿la gente realmente lo hace? Últimamente, parece que la procrastinación se ha vuelto un tema cada vez más relevante. ¿Será que estamos demasiado sobrecargados? ¿Que seguimos agregando más y más hasta que nuestra agenda se vuelve imposible de manejar? ¿O quizá nos hemos ido al otro extremo, confiando demasiado en las tecnologías modernas para ser eficientes? ¿Hemos perdido esa fortaleza mental que antes impulsaba la acción a pesar de las dificultades?
Tal vez algunos sí. Pero cuando se trata de personas de alto desempeño, aquellas que aún logran avanzar y marcar la diferencia, he observado un desafío distinto en torno a la procrastinación: el miedo al fracaso. Para ser claros, el miedo no es un sentimiento totalmente negativo. Después de todo, el miedo nos alerta cuando estamos en peligro, nos protege de riesgos innecesarios y respalda nuestros instintos de supervivencia. El miedo es útil. Sin embargo, a veces se cruzan los cables y dejamos que el miedo intervenga y tome el control cuando no es necesario, lo que lleva a oportunidades perdidas.
Como consultor de franquicias, trabajo con muchos profesionales de alto rendimiento: algunos tienen su productividad perfectamente afinada, como una máquina bien engrasada, y son capaces de evaluar el miedo y tomar decisiones racionales incluso en medio de la incertidumbre. También he trabajado con otros que no cuentan con estas habilidades desde el principio y deben aprender a desarrollarlas.
Entonces, ¿en qué punto el miedo al fracaso motiva en lugar de fomentar la procrastinación? A continuación, presento tres trampas clave de la procrastinación que se apoyan en un miedo negativo.
Perfeccionismo
Seguramente has escuchado la expresión «no ver el bosque por los árboles». Los perfeccionistas son maestros en esto. Puede parecer trivial, pero el miedo a no ser perfectos en los detalles más pequeños puede limitar a las personas de formas debilitantes.
Es importante señalar que los pequeños esfuerzos en tareas mínimas sí tienen valor, pero debe existir una clara conciencia en torno a las prioridades. Si no alineas tus esfuerzos con los resultados esenciales, puedes terminar gastando todo tu tiempo y energía en generar movimiento sin lograr un verdadero progreso.
¿Cómo se manifiesta este perfeccionismo en los proyectos emprendedores? Tal vez pasaste horas redactando correos electrónicos perfectamente elaborados, pero si hubieras configurado una secuencia de automatización, la mitad habría sido redundante. Tal vez diseñaste la landing page perfecta, pero en la práctica tu sitio web es un desastre. O quizás dedicaste horas a investigar procesos y a crear un manual de procedimientos operativos estándar, pero la capacitación es deficiente, así que no hay manera de comunicar estas herramientas valiosas de manera efectiva. Ya tienes la idea.
Con frecuencia, estos errores de perfeccionismo provienen de enfocarse en tareas secundarias mientras los problemas sistémicos persisten.
Síndrome del impostor
Ya iniciaste el negocio, firmaste el contrato, rentaste un local, contrataste empleados y, sobre el papel, todo está en orden. Profesional y financieramente estás comprometido, y trabajaste duro para llegar hasta aquí. ¿Por qué sientes que no eres suficiente? Síndrome del impostor.
Puede parecer contradictorio, pero incluso quienes tienen todo el derecho de sentirse exitosos pueden terminar sintiendo que algo no están haciendo bien. Quienes experimentan el síndrome del impostor suelen comparar sus propias carencias e inseguridades con los éxitos y fortalezas percibidos de otros, o con una imagen idealizada de lo que significa tener éxito, lo que provoca sentimientos de insuficiencia y dudas sobre uno mismo. Como emprendedores, somos muy conscientes de lo que no sabemos. De hecho, ser emprendedor suele actuar como un espejo implacable que refleja nuestras inseguridades y áreas de mejora.
Puede ser aterrador caer en una espiral de escenarios posibles, imaginando todas las formas en que algo podría salir mal porque no has perfeccionado cierta habilidad «lo suficiente». Tal vez tienes experiencia en ventas y un sólido conocimiento en finanzas, pero nunca has tenido que gestionar empleados. Ahora, con la inauguración acercándose rápidamente, empiezas a dudar si realmente puedes lograrlo por esa sola carencia de experiencia.
¿La buena noticia? Nadie que haya iniciado un negocio tenía todas las respuestas desde el principio. Si hay cosas que necesitas aprender sobre la marcha, estás en buena compañía. Busca un grupo de colegas con quienes puedas conectarte y que estén atravesando el mismo camino.
Autoprotección
Aquí viene lo más importante. Antes mencioné cómo el miedo es útil para protegernos del peligro. Y esto es cierto. Sin embargo, el «peligro» es relativo. Es fácil confundir psicológicamente un peligro real con uno percibido. No caigas en la trampa de pensar que la comodidad y la falta de cambio son sinónimo de seguridad, mientras consideras que cualquier forma de incomodidad y progreso es un «peligro».
Seamos claros: es necesario dedicar tiempo y esfuerzo a determinar tu nivel individual de tolerancia al riesgo. Del mismo modo, se debe invertir tiempo y esfuerzo en evaluar con honestidad las oportunidades de negocio antes de dar un salto; pero para llegar a donde deseas, en algún momento debes estar dispuesto a saltar.
En cierto punto, los emprendedores exitosos deben confiar en que su preparación y la revisión exhaustiva los han equipado para triunfar a pesar de posibles contratiempos y desafíos. Si tu objetivo es evitar toda incomodidad, entonces el emprendimiento no es el camino adecuado. Pero si puedes mirar hacia adentro y desarrollar las habilidades necesarias para comprender los riesgos y aun así avanzar, entonces el mundo está a tu alcance.
Al final del día, el emprendimiento no es un esfuerzo con una fórmula universal. Pero si lo has considerado seriamente y lo sigues postergando, entonces es momento de analizar si esa procrastinación se basa en un análisis de riesgos bien fundamentado o si, en realidad, el miedo al fracaso es el verdadero culpable.