Los deportes son, sin duda, una fuente de inspiración muy interesante para los profesores de innovación. En un artículo en GQ Sports, «The man who broke bowling«, dedicado a Jason Belmonte, «Belmo», un jugador de bolos profesional australiano de 39 años que inventó una forma de lanzar la bola con las dos manos.
Su lanzamiento parte de un agarre especial con dos dedos y sin utilizar el pulgar, que le permite imprimir un movimiento de gancho, que hace que su bola describa un arco y golpee los bolos como si fuera una auténtica explosión. El resultado es que este hombre gana prácticamente todos los campeonatos a los que se presenta, y aunque tiene que afrontar muchas críticas que le dicen desde que se vuelva a Australia hasta que es un cáncer para este deporte, sus resultados son claros: ha encontrado una forma superior de competir.
¿Por qué empezó a lanzar con las dos manos? Esa forma de lanzar es, en realidad, habitual en niños pequeños que no pueden con la bola. Pero cuando, a los siete años, algunos comenzaron a burlarse de él y a decirle que empezase a lanzar con una mano, en modo «vamos, ahora eres un niño grande, es hora ya de jugar bien a los bolos», Belmonte desarrolló su técnica y consiguió un lanzamiento de 600rpm cuando la mayoría de los jugadores de bolos suelen estar entre los 350 y los 400, lo que le permite que la bola describa un giro que prácticamente siempre termina en un strike. Ahora, además de ganar campeonatos, tiene su propia marca de ropa, de zapatillas, y hasta un logotipo que recuerda en su estilo al de Michael Jordan, y cada vez convence a más jugadores para animarse a lanzar con las dos manos. Cuando él empezó a competir en alta competición así, para muchos resultaba ridículo, como ver lanzar a un niño pequeño. Pero tras un tiempo viendo los resultados, fueron cambiando de opinión.
El caso nos hace recordar a la que seguramente sea la presentación que más veces me han copiado de toda mi vida, la que hice en 2003 en un evento de SAP (en ese vídeo pesaba más de cien kilos ) en la que utilizaba el ejemplo de Dick Fosbury, el campeón de salto de altura que cambió para siempre ese deporte al demostrar la supremacía de su técnica, el «Fosbury flop» , frente a las utilizadas anteriormente. Cuando, tras cinco años de ensayos, Dick Fosbury logró la medalla de oro en México, el entrenador del equipo estadounidense de salto de altura, Payton Jordan, dijo
«Los niños imitan a los campeones. Si tratan de imitar a Fosbury, eliminaremos a toda una generación de saltadores de altura, porque todos ellos acabarán con el cuello roto»
Doce años después, sin embargo, trece de los dieciséis finalistas en la prueba olímpica de salto de altura utilizaban el estilo Fosbury, y no hubo ningún cuello roto. ¿Qué había pasado? En realidad, el estilo del salto de espaldas era conocido desde hacía tiempo, pero no se podía desarrollar porque la caída, al ser sobre una piscina de arena o un colchón bajo, era susceptible de provocar importantes lesiones. Al cambiar la superficie de aterrizaje por los actualmente utilizados colchones de espuma profundos, Fosbury se dio cuenta de que podía ser mucho menos ortodoxo en su salto y caer sin lesionarse sobre el colchón, y se decidió a probar y depurar su estilo, con los resultados por todos conocidos.
También es muy conocido el caso del estilo español de lanzamiento de jabalina, habitualmente atribuido a Miguel de la Quadra-Salcedo, aunque en realidad proviene de una técnica utilizada en el País Vasco para lanzar la llamada barra vasca. En este caso, sin embargo, la innovación chocó con la regulación: la IAAF, ante la supuesta peligrosidad que esta técnica podía acarrear para el público en el caso de lanzadores inexpertos, modificó el reglamento de la disciplina en dos ocasiones, especificando que ni el lanzador ni la jabalina podrían estar orientados de espaldas a la zona de lanzamiento en ningún momento. El récord de 112 metros conseguido por de la Quadra-Salcedo, cuando el que había en aquel momento era de 81 metros nunca llegó a ser homologado. Cuidado con los reguladores: muchas veces, se negarán a aceptar determinadas innovaciones citando todo tipo de peligros… simplemente porque es más fácil seguir igual.
A partir de ahí, las conclusiones son muy claras: en primer lugar, es seguro decir que cuando planteas una innovación de este tipo, las cosas no van a ser fáciles ni rápidas: Dick Fosbury tardó más de cinco años en perfeccionar su idea lo suficiente como para estar a nivel de competición. Además, sabemos que para quienes te rodeen, la alternativa de seguir haciendo las cosas igual siempre será más sencilla, y que por tanto, surgirán numerosas resistencias: surgirán numerosos detractores y críticos que dirán todo tipo de estupideces. Pero también sabemos que las innovaciones de este tipo tienden a ser eficientes, y a tener un efecto fulminante, ya hablemos de salto de altura, de la descarbonización de la civilización humana, de la adopción de internet o del machine learning.
Este tipo de historias y su contexto resultan muy inspiradoras a la hora de enfrentarse con cambios que posibilitan una disrupción. En este momento, el mayor cambio al que se enfrenta nuestra sociedad es la necesidad de una urgente descarbonización. Y para muchas compañías, es el de la irrupción del machine learning o inteligencia artificial, a una escala que permite el desarrollo de algoritmos con un número de parámetros nunca alcanzado anteriormente.
La incorporación de nuevos desarrollos tecnológicos a las cadenas de valor de las compañías puede hacerse, como es bien sabido en innovación, de forma incremental, es decir, para hacer lo mismo que hacíamos antes de su llegada pero más rápido o con costes más bajos; o de forma disruptiva, cambiando completamente la forma de hacer las cosas. En el primer caso obtendremos mejoras posiblemente interesantes… pero será en el segundo, en los replanteamientos radicales de la forma de estructurar la cadena de valor, en donde estarán los cambios que definan a las compañías que realmente desarrollen una ventaja competitiva sostenible, los que definan la forma en las que esos procesos se desarrollarán en el futuro, las que realmente serán imitadas por todas las demás… que sean capaces.
Puedes dedicarte a prescindir de personas y sustituir lo que hacían por algoritmos o máquinas, a limar costes progresivamente o a replicar pasos y procesos, pero lo importante es entender que la tecnología es suficientemente diferencial como para que sea el momento de replanteárselo todo, de reinventar la forma de hacer las cosas. Qué gran momento para trabajar dando clase en una escuela de negocios.
Fuente Gentileza de : https://www.enriquedans.com/2023/07/innovacion-es-reinventar-la-forma-de-hacer-las-cosas.html