Los científicos han descubierto que algunas hembras de chimpancé también tienen climaterio, un fenómeno que se creía exclusivo de las mujeres y algunas ballenas
(Science Times) ; (Origins) – Para los biólogos, la menopausia es desconcertante. Si la selección natural favorece los genes que producen más descendientes, ¿por qué las mujeres no siguen siendo fértiles durante toda su vida? ¿Cuál es el beneficio evolutivo de vivir tantos años sin tener más bebés?
El misterio se ha acrecentado con la búsqueda científica de rastros de menopausia en los mamíferos en la naturaleza, más específicamente en algunas especies de ballenas, en las que se encontraron pruebas sólidas. “Es muy poco común”, afirmó Kevin Langergraber, primatólogo de la Universidad Estatal de Arizona. Su escasa presencia ha hecho que algunos investigadores aseguren que la menopausia ha desempeñado un papel importante en la evolución humana. Señalan que, quizá, fue un elemento fundamental en la crianza de los hijos cuyos cerebros grandes necesitaban mucho tiempo (y apoyo paterno) para desarrollarse por completo.
No obstante, un estudio publicado el jueves por Langergraber y sus colegas desafía esta idea. Tras décadas de observaciones en un bosque pluvial de Uganda, descubrieron que algunas hembras de chimpancé también pasan por la menopausia. Susan Alberts, bióloga de la Universidad de Duke, quien no participó en la investigación, aseveró que en el pasado se habría mostrado escéptica ante tal afirmación.
Ella y sus colegas han hecho algunos de los estudios clave que demuestran que otros primates no pasan por la menopausia. Pero los datos del nuevo estudio, que incluye observaciones de chimpancés hembras de edad avanzada y mediciones de hormonas en la orina, la convencieron. “Los datos son magníficos”, dijo. “En sus análisis está claro que han puesto los puntos sobre las íes”. En 1966, el biólogo evolutivo británico William Hamilton especuló con la posibilidad de que la larga vida posreproductiva de las mujeres debió ser importante en el curso de la evolución humana.
Más tarde, otros científicos convirtieron las suposiciones de Hamilton en teorías detalladas, incluida la famosa hipótesis de la abuela. Según esta teoría, a lo largo de la evolución humana, nuestra especie desarrolló cerebros mucho más grandes que otros simios. Como los cerebros de los niños se desarrollan con lentitud, son relativamente indefensos y dependen de los adultos para recibir alimento y protección durante muchos años. Al mismo tiempo, a medida que las mujeres envejecen, dar a luz y criar a los hijos se vuelve más peligroso tanto para ellas como para su descendencia. En lugar de correr ese riesgo, podrían dedicar sus últimos años a ayudar a criar a sus nietos.
La hipótesis de la abuela se ha visto reafirmada por algunos estudios sobre mujeres que viven en aldeas agrícolas o en grupos de cazadores-recolectores. En esos grupos, los niños que reciben alimentos y cuidados adicionales de sus abuelas tienen más probabilidades de sobrevivir que los que no los reciben. “Le transferimos muchas cosas a la generación siguiente, y a la posterior”, señaló Alberts.
No obstante, en los últimos años, Langergraber y sus colegas han cuestionado la teoría. Desde 1995, ellos y otros han vigilado la llamada comunidad Ngogo de chimpancés en Uganda, donde observaron que había varias hembras sanas y de edad avanzada que no tenían más crías, por ejemplo, una chimpancé llamada Garbo (una de las estrellas de la serie “El imperio de los chimpancés” en Netflix) tiene 67 años y tuvo su último embarazo conocido a los 38. Brian Wood, antropólogo evolutivo de la Universidad de California en Los Ángeles, hizo un análisis estadístico de los datos recolectados de 185 hembras Ngogo y descubrió que un número significativo había vivido mucho tiempo después de su último embarazo conocido. Jacob Negrey, que en esa época era estudiante de posgrado en la Universidad de Boston, recolectó muestras de orina de chimpancés jóvenes y de edad avanzada.
En algunos casos, la recogía colocando láminas de plástico bajo los árboles donde dormían. En otros, la tomaba de las hojas. Más tarde, Melissa Emery Thompson estudió la orina en su laboratorio de la Universidad de Nuevo México, midiendo el estrógeno y otras hormonas en las muestras. Los investigadores descubrieron que los niveles hormonales cambiaban a lo largo de la vida de las hembras de chimpancé del mismo modo que en los humanos. “Me parecen concluyentes las pruebas de que estas hembras viven mucho más allá del final de su etapa reproductiva”, comentó Michael Cant, biólogo evolutivo de la Universidad de Exeter, quien no participó en el estudio nuevo.
La hipótesis de la abuela no explica cómo los chimpancés pudieron desarrollar la menopausia. Al tener un cerebro relativamente pequeño, los bebés chimpancés no dependen tanto de sus padres como los niños humanos y Langergraber y sus colegas no han observado que Garbo u otras hembras mayores proporcionen alimento adicional a sus nietos. Para buscar otras explicaciones evolutivas posibles de la menopausia en los chimpancés, Langergraber y sus colegas se refieren a las ballenas.
En muchas especies salvajes, las hembras se vuelven menos fértiles con la edad, pero hasta ahora, solo cinco especies de ballenas habían mostrado los síntomas distintivos de la menopausia, definida como un brusco cese de sus años reproductivos mucho antes del final de la vida. Los estudios sobre orcas revelaron que las crías de las hembras de más edad tienen menos probabilidades de sobrevivir que las de las hembras más jóvenes.
“Las hembras mayores salen perdiendo cuando se reproducen al mismo tiempo que las hembras más jóvenes del mismo grupo”, afirmó Cant, quien dirigió parte de la investigación. Al parecer las hembras entran en conflicto, quizá por la comida. La menopausia en las orcas podría permitirles dedicar sus esfuerzos a ayudar a sus manadas a mantenerse vivas, en lugar de tener más crías. Cant y sus colegas han descubierto que las hembras de mayor edad suelen guiar a sus congéneres en viajes largos a los lugares de caza, aprovechando sus recuerdos de décadas.
Langergraber especuló con la posibilidad de que la menopausia evolucionara de manera similar en los simios de cerebro pequeño. Después, cuando nuestros antepasados desarrollaron cerebros grandes y bebés indefensos, los beneficios de la ayuda de las abuelas podrían haber favorecido aún más el desarrollo de la menopausia. “Es probable que sea una historia de causas múltiples”, concluyó Langergraber.