El caso del asesinato de una joven inglesa en Tokio reveló una red de crímenes que horrorizó a millones de personas en todo el mundo.
Joji Obara era un abogado japonés que tenía un patrimonio de más de 45 millones de dólares por su exitosa y sus inversiones en el mercado inmobiliario. La intachable apariencia del profesional ocultaba su lado más oscuro hasta que se reveló el caso de Lucie Blackman. La joven inglesa fue encontrada descuartizada en Tokio y destapó más de 400 víctimas.
La europea era una mujer de 21 años que había decidido tener una nueva vida en Japón tras tener un corto periodo como azafata. Pero un extraño llamado alertó a su compañera de cuarto al enterarse que iba a salir con alguien que conoció en el trabajo. Posterioremnte no se supo nada de ella hasta que encontraron sus restos y las pericias determinaron que fue drogada, abusada y cercenada.
Blackman había logrado conseguir un empleo como anfitriona en un bar local. Estos puestos se caracterizan por pasar tiempo con los clientes pero sólo de manera social, al entablar conversaciones y compartir risas pero sin pasar al lado sexual. El pedido de justicia por su historia involucró a sus familia en Europa, la embajada de su país y un sinfín de personas que sobrevivieron a su asesino.
La historia del multimillonario Joji Obara y un crimen que pone fin a su prontuario serial
Dar con el culpable de la muerte de la joven inglesa fue una tarea difícil dada a la tecnología de principios de los 2000, las coartadas de Obara y los problemas que puede traer una ciudad multitudinaria como Tokio. Las autoridades desestimaron el pedido de ayuda por parte de la amiga de Blackman por la profesión que ella tenía. La policía aludió que esas personas solían tomar vacaciones repentinas con empresarios millonarios o que tampoco iban a gastar recursos en una posible inmigrante ilegal.
El caso de Lucie Blackman se expandió por el mundo al obtener ayuda desde Europa y Australia para hallar al culpable de su muerte.
La causa por la joven desaparecida tomó fuerza de manera internacional por involucrar a su familia y por la ayuda que otorgó la Embajada Inglesa en la capital nipona. El trabajo en conjunto permitió entrevistar a los locales similares al que trabajaba la joven de 21 años pero muchos se negaban a interactuar por su propia profesión. El esfuerzo no fue en vano porque muchas anfitrionas extranjeras contaron un testimonio similar.
La historia que vinculaba a estas personas era la de un cliente de edad avanzada que las invitaba a salir pero que las drogó en algún momento de la velada. Posteriormente, indicaron que no recordaban nada y que sólo sentían algún dolor muscular. Esto permitió que los investigadores elaboraran un perfil del criminal y encuentren una pista una joven australiana. Ella aseguró que tenía los datos del multimillonario en una libreta en su país natal, que pudieron traer por correo.
La libreta reveló el nombre “Yuji Honda” y que su número de celular terminaba en 3301. Se pidió el historial de su línea, concordaba con una visita en Australia, como había asegurado la testigo, y se conoció su verdadero nombre. La investigación se truncó momentáneamente porque la tecnología de la época sólo podía ubicar a la persona en una gran área pero no con una ubicación exacta. Aún así, todas las víctimas indicaron que el culpable era el de la fotografía que las autoridades le entregaban.
La detención del asesino reveló que el mismo contaba con armas y múltiples drogas que se utilizan para diversos crímenes. El allanamiento a su hogar reveló una estructura de hierro que Obara usaba para posicionar a sus víctimas, torturarlas y violarlas. El mismo asesino se había encargado de documentar todo ello en más de 400 videos que tenía guardados en su casa.