La historia detrás del Magiclick, un invento argentino que prometía durar más de 100 años

Fue lanzado por la empresa de electrodomésticos Aurora en la década del 60 y en seguida se convirtió en un éxito rotundo que se trasladó a otros países de la región. En el ajetreo de la vida diaria, pocos objetos logran ocupar un lugar en la memoria colectiva como lo ha hecho el Magiclick. Este pequeño encendedor […]

Fue lanzado por la empresa de electrodomésticos Aurora en la década del 60 y en seguida se convirtió en un éxito rotundo que se trasladó a otros países de la región.

En el ajetreo de la vida diaria, pocos objetos logran ocupar un lugar en la memoria colectiva como lo ha hecho el Magiclick. Este pequeño encendedor a base de chispa piezoeléctrica no sólo revolucionó la forma en que encendemos nuestras cocinas, sino que también se convirtió en un ícono de la vida cotidiana en América Latina. Pero, ¿cómo comenzó la fascinante historia del Magiclick?

La historia del Magiclick se remonta a los años 60, cuando la empresa argentina Aurora, conocida por su fabricación de electrodomésticos y productos eléctricos, decidió innovar en el mundo de los encendedores de gas. En esa época, encender una cocina a gas podía ser un desafío: los fósforos eran la herramienta más común, pero no estaban exentos de peligros y complicaciones.

La solución llegó de la mano de la tecnología piezoeléctrica, un mecanismo que, mediante la presión, genera una chispa sin necesidad de combustible. Esta innovación prometía una mayor seguridad y comodidad para los hogares.

El inventor

El diseñador industrial argentino Hugo Kogan, director del departamento de diseño de Aurora fue quien desarrolló esta idea a pedido de Ernesto Vainer, dueño de la empresa, quien había visto un dispositivo similar en Japón.

Fue en 1963 cuando Aurora lanzó al mercado el primer Magiclick. Su diseño simple y funcional, combinado con la robustez y fiabilidad, lo convirtió rápidamente en un éxito. El pequeño aparato, con su distintivo sonido “click”, se integró de manera tan natural en la vida de las personas que pronto fue imposible imaginar una cocina sin él.

El Magiclick no sólo era práctico, sino también un símbolo de modernidad y progreso. Su popularidad creció rápidamente en Argentina y se expandió a otros países de América Latina, donde se convirtió en un imprescindible de los hogares.

Cuando la empresa decidió lanzar el producto, proyectó vender 5.000 unidades por mes, pero el éxito fue tal que terminaron haciéndose pedidos por 80.000 unidades mensuales.

Parte de su éxito también estaba relacionado a su estrategia de marketing que lo vendía como un producto con garantía por 104 años. Esta cifra fue calculada porque el fabricante japonés garantizaba que el mecanismo produciría más de 950.000 chispas, así es que a razón de 25 chispazos diarios, el dispositivo duraría unos 104 años.

Con el paso de los años, Magiclick no se quedó estancado en su éxito inicial. La empresa Aurora continuó innovando y adaptando el producto a los nuevos tiempos. Aparecieron diferentes modelos y colores, siempre manteniendo la esencia que lo hizo famoso. El Magiclick evolucionó en diseño y tecnología, pero su principio básico de funcionamiento y su confiabilidad siguieron siendo los mismos.

Quiebra y venta

Para la década del 90 la historia cambió rotundamente cuando la apertura de importaciones terminó por complicar a la industria nacional. Los productos provenientes de China, entre otros países, se vendían a precios mucho más accesibles.

Finalmente, en 1996 la empresa Aurora quebró y se vendieron de manera separada sus distintas marcas, Magiclick fue una de ellas. Actualmente, la marca sigue estando en el mercado local no solo con sus tradicionales encendedores sino también con caloventoresventiladores, productos de bazar y jardinería de la mano de las firmas Famiel SA, a cargo de la fabricación; y Electroclick, enfocada en la distribución.

Lo cierto es que el final de esta historia tiene un sabor agridulce, porque el inventor del MagiclickHugo Kogan, quien falleció en 2023, terminó sus días renegando de su invención e incluso declaró que en su casa prefería siempre utilizar fósforos. La razón era muy sencilla: cuando inventó el Magiclick no se dio cuenta de registrar la patente y por eso jamás cobró un peso de regalías a pesar del gran éxito del producto.