Descubrí la historia del hombre muy relacionado con el mítico personaje de los libros y películas para niños.
Seguramente, alguna vez escuchaste la frase “cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia” al empezar a ver una película o serie. Y muy probablemente se haya tenido que hacer este tipo de aclaraciones por historias de vida como la de Charlie Sigvardsen.
Es que este canadiense, convertido en uno de los empresarios chocolateros más exitosos, tiene mucho en común con Charlie Bucket, el pequeño que nos emocionó a todos en la saga de libros Charlie y La Fábrica de Chocolates y en sus distintas adaptaciones en el cine.
La vida de Sigvardsen bien puede compararse con la de Charlie Bucket, el niño que acompaña siempre a Willy Wonka y su fábrica de chocolates
Cómo hizo su fortuna Charlie Sigvardsen, el chocolatero millonario
Sigvardsen creció en una pobreza extrema. Desde joven, trabajó para ayudar a su familia durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Para sobrevivir, su familia racionaba la carne y criaba gallinas en el patio trasero. Sigvardsen vendía los huevos, cobrando un dólar por tres docenas. A pesar de las dificultades, se esforzó por ser un buen estudiante y formarse profesionalmente.
Después de terminar la secundaria con excelentes calificaciones, Charlie ingresó a la Universidad de Columbia Británica para estudiar marketing y ventas. Sus destacadas notas llamaron la atención de Hudson’s Bay Co., que lo contrató para trabajar en su departamento de publicidad.
Mientras consideraba temas para su tesis universitaria, conoció a un profesor que le sugirió estudiar una empresa local. Entre las opciones disponibles, se interesó por Dairyland Ice Cream y Pauline Johnson Candy, optando finalmente por esta última.
Sigvardsen ascendió rápidamente a gerente de ventas en Pauline Johnson, la empresa que comenzó como su objeto de estudio y en la que eventualmente se convirtió en accionista. Trabajó allí durante 18 años, hasta que el presidente falleció. Cuando la empresa se puso en venta, Charlie, que había reinvertido sus ahorros en los nuevos dueños, se enfrentó con ellos por malgastar el dinero. Su previsión resultó correcta: al año siguiente, la empresa quebró.
Charlie perdió todos sus ahorros y se vio obligado a empezar de nuevo a los 40 años. “Lo perdí todo y tuve que empezar de nuevo”, declaró posteriormente a Business in Vancouver.
Sigvardsen consiguió trabajo en una empresa de cajas que suministraba a Pauline, pero no duró mucho tiempo allí. Su amigo Tony Grdina, dueño de la National Bakery, le ofreció asociarse en el negocio del chocolate. Charlie aceptó y comenzó a vender cajas y fabricar chocolate con una inversión de 200 dólares mensuales.
Con Tony, aprendió sobre la gastronomía, desde hacer salsa de chocolate hasta moldear productos. Hasta ese momento, Charlie solo había trabajado en marketing y ventas.
Charlie Sigvardsen y las coincidencias con “Charlie y la fábrica de chocolates”
Juntos, Tony y Charlie abrieron dos locales de La Fábrica de Chocolates de Charlie, uno junto a la panadería de Tony en Canada Way y otro en la calle Water, frente a Old Spaghetti Factory.
El nombre de la empresa se inspiró en su proximidad a la fábrica de espaguetis. Inicialmente, Charlie quería llamarla The Chocolate Factory, pero el nombre fue rechazado por ser demasiado común.
Para 1971, Charlie ya había fundado su fábrica minorista y proveedora, que aún sigue operando en 3746 Canada Way, en Burnaby. Vende dulces durante todo el año y cuenta con la atención total de su presidente y dueño.
La Fábrica de Chocolate de Charlie importa la materia prima de Bélgica, ya que Charlie considera que el mejor chocolate proviene de Europa y no de Estados Unidos.
Entre cuatro y cinco veces al año, reciben contenedores de 18 toneladas de chocolate en bloques de casi 25 kilos cada uno. Los moldes, construidos por su hijo Blair, se almacenan detrás del local. Su otro hijo, Colin, administra el negocio y su nieta Ellen dirige la oficina, el comercio minorista y un negocio en línea.
Con el tiempo, La Fábrica de Chocolate de Charlie creció y Charlie se perfeccionó en su oficio. En 1990, en lo que considera su mayor logro profesional, compró JS Chocolate Molds y desarrolló un nicho de mercado para moldes y chocolate premium.
En 2015, su amigo Charles Flavelle, de Purdy’s, lo nominó para ingresar en el Salón de la Fama de los Dulces (CHOF, por sus siglas en inglés), lo cual se concretó.
Cuando los estudiantes visitan su empresa, Charlie les dice: “No piensen en ganar mucho dinero; simplemente hagan lo que les gusta hacer. Tendrán éxito”.