A los 12 años robaba los utensilios de la cocina de su casa y los vendía en el colegio. Hoy es el “Rey de los anillos”.
Historias como la de Tristen Ikaika no se conocen a diario. Quizás muchos suelen tener alguna actividad que le guste, un pasatiempo que se arrastra desde chicho y de más grande se le puede extraer un redito económico y transformarlo en una forma de vida.
Pero a nadie se le ocurriría sustraer objetos de valor a sus padres con el objetivo de hacerse un dinero o extraer una ganancia. Solo, tal vez, si se está pasando por una situación límite. A continuación, la experiencia de vida del joven que hoy amasa una gran fortuna.
La historia de Tristen Ikaika, el millonario de los anillos de cucharas y tenedores
El empresario de Shark Tank, Tristen Ikaika, acababa de terminar la escuela secundaria y casi sin querer fundó su primer empresa, la que se ha convertido en un negocio de joyería valorado en más de US$ 1,6 millones. Todo un éxito para un chico de 19 años.
Un buen día recibió una sugerencia de un conocido de que se hiciera una página de Instagram (@TristenIkaika) en la cual pudiera dar a conocer su negocio. Así se dispuso a crecer en dicha red social con el plan de agregar valor a cualquier cosa que pudiera proponerse realizar.
Con alrededor de 20.000 seguidores, había potencial para convertir las cucharas de 25 centavos que había estado robando de la cocina de sus padres en un negocio secundario rentable, pero la realidad superó con creces sus expectativas. Había ganado US$ 4.000 con el clic de un botón.
En cuestión de meses, Ikaika no solo se convirtió en su trabajo de tiempo completo, sino en una marca lo suficientemente grande como para emplear a otros. Impulsado, en parte, por eventos que cambiaron su vida y que coincidían en su vida personal, ya que a su padre tuvieron que operarlo del corazón y a su madre le diagnosticaron cáncer de mama.
Durante los siguientes dos años, Ikaika viajó por el mundo recolectando cucharas y tenedores para convertirlos en anillos, sabiendo que le daría a sus colecciones una ganancia aún mayor.
A medida que la empresa escalaba de cientos a miles de anillos mensualmente, el joven reinvirtió las ganancias donde más las necesitaba: fabricación (cambiando de anillos hechos a mano a hechos a máquina) y marketing (enviando muestras a personas influyentes envueltas en envases llenos de hielo seco, perfecto para la promoción en las redes sociales).
Tanto trabajo, empeño y dedicación dieron sus frutos. En 2016 recibió un llamado glorioso: ser participe del programa televisivo Shark Tank. Después de una presentación casi perfecta frente a los famosos inversionistas, solicitó una inversión de US$ 250,000 por el 5% del negocio. Al más puro estilo ‘Tank’, algunos tiburones mordieron, otros no, y después de feroces negociaciones, Ikaika se fue con todo el cuarto de millón y el 15 % de su marca en manos del mismísimo de Kevin O’ Leary.
Tan perfecta como dolorosa e intensa, la rápida escalada a la fama y el éxito capitalista del ladrón de cucharas más millonario del mundo.